BIENVENIDOS

ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Fragilidad, poema in memoria





El dolor viene
Del centro de la tierra
Y del repetido odio de Dios,
Del oscuro plasma de lo inhumano
De lo innombrable
Chasquido que tiene origen en la rebeldía
O en la inocencia de la tarde
Sin embargo somos tan frágiles
Para el poderoso odio de Dios.

A Lizandro Jr. in memoriam

martes, 28 de diciembre de 2010

Historia de un desastre que no ocurrió




Cada uno de nosotros lleva un diario en su memoria de los acontecimientos que graciosa o dramáticamente le han ocurrido en su corta vida: por ejemplo, en aquella ocasión cuando nos resbalamos en la calle, mientras la procesión del viernes santo estaba en la mejor de las ocasiones; o cuando desperdiciamos el penalti que definía el ganador del partido del barrio; o cuando la prótesis dental no aguantó las exigencias de la faena comensal del fin de año empresarial. Son tantos los eventos para las fotografías de la eternidad, que los olvidamos, y sólo la fuerza de la tragedia o la rememoración de otros eventos, los regresan otra vez a la memoria para ser evocados como recuerdos gratos de lo posible o lo imposible.

Así funciona la vida de uno. Lástima que no exista un diario escrito para el registro de cada evento, incluso para registrar los momentos, los grandes momentos estúpidos de uno, como aquel que logre presentar y pasear en Palmar de Varela, en una fiesta de corraleja, perseguido por la bravura de un toro de feria, hasta que logré asirme al tablado que hacía de corraleja y salvarme de la bestia estúpida que era yo. Seguramente era un adolescente, pero esto no me salvaba de nada, ni siquiera de la aventura de la vida y la muerte.

Y así son todas las cosas que nos salvan, no nos ocurren, aunque salgamos maltrechos, sin ojos, o sin una pierna. Algunas veces salimos intactus, puros del accidente, como me acabó de ocurrir el 27 de diciembre del 2010, en el autobús que viajaba de Santo Tomás a Barranquilla. Era un viaje de rutina; lo estoy realizando desde que tengo uso de razón, y la razón, la mía, aunque sostenida en su base de hierro, ha variado de lógicas, restas y sumas, en el arte mágico de inferir el tiempo. Por lo tanto, confiamos mucho en la rutina y jamás pensamos en que se va a descarrilar. Y lo hace a espaldas nuestras, como una sorpresa gigante, como una montaña.

Me embarque en Santo Tomás, después de esperar impaciente un taxi. La rutina tenía el mismo rostro de todos los días: el libro en las manos, la mochila, el bolígrafo y mi afán de lectura mientras la máquina de hierro emprendía viaje aferrada al pavimento. Nada hacía predecible el accidente. En Sabanagrande, una mujer joven, hermosa, quien se ubicó primero en las primeras bancas del autobús, arrepentida, terminó luego a mi lado, mientras neceaba inútilmente un teléfono móvil. Lo único raro era su nerviosismo, pero luego se calmó.

Yo quise pensar en otras cosas, disociarme del libro y de la hermosa mujer vecina, no pensar, achicar la mente, reducir el pensamiento… sin embargo, ocurrió lo impensable: ¡Plum¡ el mundo se reventó en nuestras propias narices: ¡Ay, no, Dios mío¡ no, se oyó una voz colectiva, y el autobús se estrelló contra el poste. Borrosamente observé visajes, sangre, alguien pegado al timón del autobús, gente corriendo, acercándose…

Pero antes quisiera contar el vértigo de la montaña rusa, el instante en el que al autobús comienza a bajar la pendiente que surge de la carretera; se siente el mismo vértigo de la montaña rusa y uno se siente perdido, a la deriva, sin rumbo y con el único destino posible: la muerte. Y sin embargo, (luego) te das cuenta, que todo es una broma de la vida, o de la muerte, y te encuentras ileso, sin contusiones ni heridas de ninguna clase. Milagro. Pero no del tipo mítico, sino del tipo de las casualidades y las circunstancias: Estaba en el lugar perfecto para eludir la tragedia: en los últimos puestos.

Todo era confusión, entré en pánico y bajé rápido del autobús, de pronto observé la sangre en el rostro delicado de la mujer que me acompañaba en mi asiento y me llevé la mano al bolsillo buscando el pañuelo, pero quería huir del lugar y una fuerza superior a mis energías me expulsó de aquel drama y me alejé en otro autobús hacía la ciudad de Barranquilla. Sólo a las 4 de la tarde de aquel mismo día, me percate que había olvidado la mayoría de los nombres de las personas que viajaban conmigo el 27 de diciembre. Misteriosamente la mente había preservado para otro tiempo los recuerdos, quizá buscando curar la herida del trauma del impacto del accidente. La mente tiene su historia, pero también tiene una manera de contar lo que nos pasa, y cuando lo hace, simplemente lo hace para liberarse.

domingo, 26 de diciembre de 2010

EL PAPA NOEL COMERCIAL






La presencia de Papá Noel en el Centro Comercial, mientras los papás hacen las compras de los juguetes a sus hijos, mata la entrega de la donación o la relación afectiva que se establece entre el niño y su progenitor, porque la imagen romántica del Niño Dios y la gratuidad de los regalos se corrompe en la compra de la ola comercial de la navidad. El invento del Niño Dios resultó inmanejable en la era de la cultura del consumo global, que ha perturbado todas las relaciones, incluyendo las familiares.

El problema es porque confundimos las relaciones humanas sociales con las relaciones de mercado, marcadas por las leyes del dinero. En las relaciones sociales, priman otros factores distintos a los del mercado. Los genéticos, los familiares, la crianza, entre otros.
La mentalidad de los niños de hoy es diferente a la mentalidad de los infantes de los años sesenta, lo que quiere decir, que por estar bajo la influencia temprana de la tecnología masiva (televisión, internet, teléfono móvil) la evolución de su cerebro es superior en varios años al cerebro de los que nacimos en los años cincuenta. Por lo tanto, estos niños han perdido la inocencia de la edad y son difíciles de “manipular” con ideas míticas como la del Niño Dios. Su evolución y desarrollo afectivo tiene que ser coherente con propuestas más humanísticas y menos comerciales o más prácticas.

Algunos dirán que la compra de los juguetes es como la compra de la ropa, detrás de la que hay cosas claras, sin descartar la carga de los afectos y los sacrificios en el reparto de las sumas de dineros por hijos; otros dirán que estamos hablando del espíritu de la navidad y de la necesidad de preservarla, para lo cual hay que hacer los esfuerzos justos para no perder la costumbre.
Creo que estamos cruzando una línea delgada entre el pasado y el futuro, en el que la vida comercial será una especie de templo religioso que validará a Papá Noel como el nuevo Niño Dios de los infantes para la entrega de los regalos.

sábado, 25 de diciembre de 2010

EL NIÑO DIOS





Recuerdo, o imaginaba, que el Niño Dios se filtraba por uno de los huecos del calado del ala derecha de las casas, en forma de pajarito, movía su cabecita de izquierda a derecha y luego volaba al interior de la vivienda buscando niños, con las cartas que días y meses atrás estos mismos infantes, le habían enviando con sus largas solicitudes de sueños y juguetes. Todos en casa dormíamos en el sueño del 24 y la madrugada del 25 de diciembre, que Él aprovechaba para descender y acoplarse a la oscuridad del lugar, hasta que daba con el niño o la niña precisa, y con los mayores cuidados descargaba la carga del o los juguetes y los colocaba al lado o debajo de la cama.


Nadie sabía cómo ocurría este milagro ni estábamos interesados en develarlo, sólo sabíamos que era un bálsamo en medio de la pesadez y el desastre del minuto diario y del mundo.

Sé que había inconformidades, pero no era precisamente con el Niño Dios, quien nos alimentaba de fe y de esperanza la existencia. Aquellos inconformes con la juguetería, en el barullo de los juegos, la suplantaban por el intercambio de juguetes, la interlocución y las relaciones con los demás niños. Al cabo de cierto tiempo, todo era olvido y la vida recuperaba otra vez la dulzura y la dureza del vivir, y el Niño Dios, se ocultaba en la memoria o aparecía, cuando aparecía toda la parafernalia de la juguetería entre la malla de la vida de los niños.

En estos días de desastres naturales, el Niño Dios volverá aparecer otra vez en los albergues, quizá transmutado en pajarito u otra animalito, o quizá en la figura humana de algún ser humanitario, tocado por Dios o por otro dios, o por otro ser, o por otros sentimientos humanizados, para volver a tocar por enésima vez la esperanza y la fe en la vida.
El Niño Dios es tan justo hoy para los niños, como mañana es justo el regreso de las gentes del sur a sus lugares de orígenes. El Niño Dios es para la mente de un niño no un mundo de misterios, sino la apertura a un mundo de felicidades únicas y eternas. Ojalá no nos alcancen los días para hacer feliz los niños todos los días de esta vida altanera.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La extraña costumbre de los hombres de tocarse o cogerse el culo entre ellos



No hay referencias públicas de este tipo de actos entre las mujeres y los que uno logra observa entre ellas son abrazos y besos, pero incomparables con los hechos grotescos de los hombres de tocarse los culos, que son a la larga posturas agresivas y hasta ofensivas, a pesar de los rituales de los juegos, porque ni el cuerpo de los hombres escapa al lugar que las agresiones sexuales machistas le trazan a las relaciones de los juegos.

La naturaleza del macho siempre se impondrá, aún contra la voluntad del compañero de juego, que es una ficha de las relaciones de poder. Es decir, las relaciones son unas maneras de seguir demostrando, y demostrándose así mismo, su poder sexual y su liderazgo entre el grupo de sus pares.

Esta conducta machista la aprendió de los adultos mayores, observándolos e imitándolos en los espacios donde había que hacerlo, primero en la escuela, luego en la calle y después en el trabajo.
En la escuela para marcar territorio: que los demás sepan dónde no deben pisar: señalan los homosexuales del clan; o simplemente forma parte de las relaciones de poder o del tema del goce y del juego de los grupos.
En la calle sigue ocurriendo algo igual a la escuela, se señala a los que se sospecha una tendencia homosexual y el toque- toque entra a formar parte de las relaciones de juego hasta ciertas edades de la vida y luego desaparece de la memoria del cuerpo.

En el trabajo, he podido observar que se conserva en ciertos miembros de las clases sociales proletariadas, que cumplen roles de conductores, ayudantes de camiones, etc., que se ayudan también con un lenguaje ofensivo y agresivo en contra del otro, del corte de “niña bonita” o del siguiente tenor: “Y a ésta que le ha picao.”

La pregunta del millón, es si esa manera de tocarse implica algún tipo de placer sexual para los jugadores, o es simplemente parte del juego de las relaciones de poder, pero asexuadas, para continuar demostrándole al mundo que ellos son los verdaderos machos de la horda salvaje, salida de la historia del hombre.

Las mujeres son incapaces de realizar actos de este tipo, su evolución afectiva las preserva para hechos menos grotescos y sí más tiernos con el otro. ¿Por qué nos hemos olvidamos de su gran amor?

martes, 7 de diciembre de 2010

DICIEMBRE


La espesura de esta nadería, que es diciembre, con su aluvión de alegrías, fiestas y flojeras míticas, me abruma hasta colarse por los huesos y afectar con su sopor de fin de año mi ser. A nadie de cuatro dedos de frente y sin frenos para el trabajo, le gusta alquilar su tiempo para las horas de ocupación laboral en estos días. El trabajo es pues, un atentado contra la deliciosa nada. La flojera tritura toda intención de acción y el estado de ánimo que lo encarna toma cuerpo en el gracioso ejercicio de no hacer nada, que es en últimas, el espíritu de diciembre, mes para el turismo y para hacer viajes al fondo de la tierra y el ser.

Cuando llega el mes de diciembre, un cargamento de añoranzas alados y viejas nostalgias me mata. No sé qué hacer, qué tomar y a la larga, atontado por no saber qué tengo, me muero de la fiebre de la indefinición; es como un viaje al mítico planeta martes, o la recién reconocida tierra de la infancia, o al inconquistable mundo interior. Escribir no es inocuo entonces, si toma la ruta del experimento y la sensación de pérdida en un mar flácido y cómplice de la aventura existencial. Escribir en diciembre es robarle tiempo a la vaguedad y al insulso mundo de las cosas idas, perdidas, añoradas; en fin, es robarle el tiempo a la insufrible nada, perezosa y tierna.

En diciembre, las palabras que más se pronuncian (amor, alegría, felicidad, reunión, recocha, tristeza, nostalgia, añoranza, pérdida, flojera, despedida…) se amontonan en el corazón, que sólo selecciona las que más se encumbran en las horas de profunda alegría, o en el tiempo de la saudade arbitraria de los años jóvenes de uno. Cómo nos gustaría olvidar los recuerdos, o no sentir lo que sentimos para que el último mes del año sea la terca felicidad de toda la vida, felicidad que tocó seguramente con sus alas de mimbre y asombro efímero, algunos de los trescientos instantes pico del año.

La pluma también afecta a estas delicias del espíritu, afina la escritura para el toque milagroso de las horas, que no espera oportunidad para hacerse escuchar en la tonada musical de un Ricardo Rey y Boobie Cruz, o en esa melodía recargada de misteriosa nostalgia, Las cuatro fiestas, que entona Don Adolfo Echeverría y que al tocarla con su vena milagrosa, el día de las velitas, es un himno purificado para la celebrada añoranza.

Un pozo profundo se abre así a sus anchas en el alma y es entonces, cuando tenemos la certeza de nadar en las aguas furtivas de diciembre.

En esta época no nos gustaría hacer nada para que la pluma también se paralice del encanto de la navidad. Las manos y la boca, el cuerpo y la mente deberían estar al servicio de la inacción, de ese tiempo de flojera fina para que lo que somos no sea y para lo que sea, termine prefigurado en una nata indefinida de alegrías, nostalgias, añoranzas, tristezas, risa loca, flojera eterna… No ser es el vacío que llama, el abandono voluntario para exprimir el tiempo, el canal de agua del río que corre paralelo a la nada, a lo que somos, o a lo que no nos gustaría ser.

Diciembre se ha clavado en nosotros de tanto repetirse y, de esta repetición cultural, ha salido el brote nostálgico, la premura del tiempo inerte que paraliza el alma, el espíritu, el cuerpo, la mente, la mano, la pluma… Ese misterio ontológico, experimentado por todos y todas y por nadie, es el que le da a esta época la característica de cielo abierto y de abundancia sempiterna y de abandono total. Estoy, ahora mismo, refundido en este pozo infinito de nostalgias finas, en esta lucha por olvidar que soy tierra y sangre, sufrimiento y alegría, dolor y tristeza, historia y Colombia. Estoy preso de este combate eterno de olvido y recuerdos, de cuerpos descuartizados y almas escapadas del dolor de la muerte, de sierras y armas benditas, de víctimas y victimarios, de memoria y nada, de agua y anegaciones, desplazamiento por incumplirle a la naturaleza.

¿Cómo escapar de este sino abrumador sin mortificar la atmósfera de diciembre y los pelícanos de las madrugadas marinas del mes? Cada uno de nosotros desde el puntico de su vida colectiva y personal que represente, sabrá buscar los atajos que harán posible el milagro de diciembre: la deliciosa y delicada nadería de las horas finitas del mes más corto de la existencia. Si se logra tamaña hazaña, debemos darnos por bien servidos porque la vida y los dioses personales habrán sido condescendiente con nosotros y vosotras.