BIENVENIDOS

ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

sábado, 14 de mayo de 2011

OSAMA Y OBAMA




Cada uno construyó a su manera su vida y cada uno terminó también construyendo a su manera su muerte, con la única diferencia que uno de ellos ya la adelantó, según el uso y las circunstancias de su existencia.

La vida del otro le permitió a Obama organizar una cacería humana contra todas las leyes humanitarias del mundo, con el objeto de asesinar al terrorista internacional más odiado por el mayor de los imperios del orbe contemporáneo. Y su muerte, ficcional o real, a creado en el mismo Estados Unidos de América grupos de conspiradores que dudan de los informes oficiales.

Obama, el civil heredero del peor gobierno republicano que se tenga noticia, (Bush) por inepto, literalmente cínico, corrupto, mentiroso, ha tenido que asumir la responsabilidad del destino de un hombre, que había firmando su propia sentencia de muerte, inmediatamente después de los fatídicos sucesos del 11 de septiembre del 2001. Uno se lo imagina, a Obama, con los mayores dilemas éticos, con el rostro adusto y siguiendo por las pantallas que provee la tecnología de punta del sistema, los sucesos que provocan sus órdenes. Obama sin embargo, es hijo del imperio y como tal es un maldito imperialista.

Nosotros los pobres mortales, afortunadamente desprovistos de estas facultades o poderes, tenemos la capacidad de reflexionar alejados de los que toman estas decisiones, personajes prisioneros de los barrotes enterrados en los intereses subterráneos y mediáticos del poder de estado.

Por ejemplo, asesinar a nombre del pueblo norteamericano a un criminal como Bin Laden, cuando se pudo tomar prisionero y hacerle un juicio como ha ocurrido tantas veces en la historia, por ejemplo como se hizo con Hussein o Mussolini, no sé, guardar las apariencias aunque todo el mundo sepa, como en el caso de Hussein, que la justicia fue injusta, tramposa y salvaje. La muerte de Osama Bin Laden, representa, sigue representando el viejo mundo, sin reglas, el del agente secreto 007 con licencia para asesinar.

Y es lo que han hecho los gringos siempre, en Paquistán o en Chile, por venganza o por realismo político, o por intereses económicos. Intereses geopolíticos los llaman algunos. Neocolonialismo los llamaban en una época otros. No importa, es el imperio. Y ellos hacen lo que les venga en gana. Esté Bush u Obama. Para ello un ejemplo: Guantánamo. O el mismo Osama Bin Laden. Es la policía internacional.

No crea todo de Osama, igual no crea todo de Obama. Mejor dicho, hay una historia negra construida alrededor del terrorista, subraye esta última palabra, y otra historia rosa, construida alrededor del presidente de los Estados Unidos de Norte América. Ambas historias hay que leerlas con lupa para verles el lado humano, el que no registra la prensa mundial. Ahora, usted se los puede imaginar en la utopía J. Lenon, sentados, compartiendo un café, sin país, sin poder, sin armas, sin dinero, antes del 2001, en cualquier esquina del mundo, riéndose de sí mismos y abrazados como viejos amigos…

sábado, 30 de abril de 2011

EL FORASTERO





Llegó en cierta ocasión un forastero a un pueblo perdido en la costa Caribe, rico en tradiciones, estrellas y cielo abierto, libros y calles servidas de mango. Quiso conocer este mundo y empezó por lo que más le impresionó: El flagelante. Abandonó el resto de aquel universo como si el conocimiento de un hombre bastara para conocer el resto del mundo. Peor, se flageló pretendiendo alcanzar la cima del misterio de la fe de aquel pueblo.

Los que lo vieron caminar por la arena cálida de la calle de la Ciénaga, aquel viernes santo, recuerdan su desgarbado cuerpo, su cobardía y su falta de valor para romper las claras del huevo y las claves de su propio cuerpo y conocer además el calor de la fe y la sangre de la manda. La flagelación no es un juego de palabras en el que se pueda mezclar espectáculo, carnaval y junior fácilmente. La flagelación es una tradición, pero en el clamor de la cultura de masas de hoy.

El hombre entonces caminó y elevó su experiencia personal por encima de los siglos, mezcló y comparó sus dolores infantiles con los dolores de la disciplina flagelante, dejando abierta la puerta de las conclusiones, pero no culminó el ejercicio para poder guardar la llave de la confianza humana, así que lo que terminó haciendo fue más mediático, circense, que periodístico. Para conocer el dolor o explicarlo, no es necesario cortarse una mano y meterse un tiro.

En el pueblo lo saben muy bien, no sólo por la flagelación, lo saben también porque han sentido el dolor en el reto diario del hambre, o en el golpe circunstancial de la muerte, o en el niño que llora esperando sin remedio la medicina que lo calme. El dolor es un rio interior que corre tumultuoso hasta agotarse a sí mismo. La flagelación es el último acto, el de la catarsis, por eso su pasión y su fe y por eso medio de ese mundo se precipita a observarse en el mismo espejo de esa mañana el viernes santo.

Para conocer esto es pertinente no el disfraz sino la piel del animal, la piel del tigre, la del ser, conocer por qué durante siglos miles de pies descalzos y callosos han marchado en silencio hasta alcanzar, mal que bien, su comunión con Dios. Así ha sido siempre y así será por los siglos venideros.

En la ciudad ronda el silencio y la tristeza, aunque se pretenda adrede o inconsciente ignorarlos; este estado se siente en la tarde, en las terrazas, en la rosa, en los cuerpos de agua, en las fauces del tigre que viene de los siglos. Algo se profanó y no fue precisamente lo que “une” a los hombres, sino lo que los comunica con Dios.

El forastero se marchó de la ciudad y se fue tan vacío como vino. Las ciudades como los hombres tienen almas, almas rotas; sin embargo, fluyen como su conciencia, claro colectiva, de ahí que sea casi imposible pretender definirlas a partir de esa suma parcial de pies callosos y “disciplinados.”
Los forasteros son extraños a los lugareños cuando actúan como turistas o como periodistas, porque llegan sin calma y se van. La comprensión del mundo del otro parte del hecho que yo no soy el otro y para serlo, necesito integralmente comerme el tigre, el de los siglos de espera.

Replica al artículo “ahora sé lo que es flagelarse en Santo Tomás” de Jhon Better. El heraldo. 24 de abril

miércoles, 20 de abril de 2011

El Flagelante, territorio sacro



La búsqueda

Supongo que el arte es otra mirada de la realidad. ¿Poesía? ¿Belleza? ¿Otro cuento? Nunca defensa de nada. Simplemente goce o deleite. Acto gratuito para los ojos del alma. ¿Y del cuerpo qué? No es el espectáculo masivo de la carne en exposición pública, sino la experiencia cultural o el acumulado histórico de la supervivencia inocentes de las gentes. Entonces busco que el observador identifique el cuerpo del flagelante como el territorio de almas del pueblo.

Los pies



Una película turbia los cubre de pies a cabeza, mientras se agigantan en mi memoria; los he visto siempre, los del abuelo Nolasco, pies campesinos, y también los del flagelante, o los pies del profesor Moncayo, justos y marchantes por la dignidad de la nación. Puede que sea una fotografía de los años 70, de la revista Alternativa, pero son esos pies gigantes los que ahora recupera mi memoria. Casi no caben en la página ni en mis recuerdos; el talón calloso, fuerte como un roble, con las señales de la guerra, de la lucha con y por la tierra. Poco a poco la otra guerra acabó con ellos y les quitó la tierra. Cuando veo algunos en las calles de Colombia, los distingo por la callosidad, por la fortaleza del roble, o por las goteras de la sangre, pero ya no hay tantos árboles en la ruta. Esta clase de hombres se han ido y no nos hemos dado cuenta. La vida también.

La sangre



Corre por las avenidas, las ciudades y los barrios interiores del hombre. A veces se desborda su cauce y el corazón amenaza con estallar. Con cada zancada hay barrios que desaparecen arrastrados por el oleaje y la fuerte corriente descendiendo a mil metros por segundo, mientras los pasos se aceleran en la arena ardiente de la calle de La Ciénaga; el calor sofocante penetra la piel y adelgaza el espesor del viscoso liquido rojo para que fluya con mayor fuerza hasta que alguien se atreva a iniciar el ritual de los golpes en el mayor de los territorios, una, dos, tres y cien veces, y de pronto un corte, y el chorro, una pluma, el manantial y la sangre fluyendo a borbotones por la llanura, gritos, asombros, silencios, desmayos, y el gentío con sus ojos de piedad observa otra vez fluir la sangre en un escenario público y en un territorio vivo, brotar a voluntad, provocado por unas manos donantes o sanantes, y la sangre otra vez imparable y golpe a golpe no dejará de correr o danzar con el flagelante, dos pasos hacia atrás y tres hacia adelante y hasta que la pollera se tinture del rojo sangre, de ese rojo adentro de cada observador del viernes santo, o del que cae acribillado en cualquier esquina de Colombia, o de aquellos jóvenes enamorados, que ardiendo de fiebre de besos y a punto de colapsar de amor, se buscan con los ojos, con los brazos, con las manos y con los restos del cuerpo, y hasta que el territorio, en especial las venas, se cansen de regalarle al mandante el liquido espeso que atrae al otro, la sangre no dejará de brotar del territorio humano. Y quizá esta sea la misma sangre de las corralejas y las galleras, la misma sangre por la que la multitud se cita para disfrutar o compartir los mismos sentimientos o emociones que depara el territorio, ver la sangre correr entre las astas de un toro y observar la vieja piel del pobre hombre herido por las cuchillas flagelantes de la desesperanza.

El territorio



No son los huesos, ni la sin razón, es esta fortaleza, que aceitamos todos los días en los gimnasios, la embellecemos y la cuidamos con esmero en los centros de cirugía estética de la ciudad; o es esta carne débil que florece en cada acto amoroso y luego se derrama en la fisiología de un orgasmo puro o fingido de amor; o es aquella escatología del desfogue diario, vieja condena humana de la humildad y los apurados sacrificios del cuerpo; o es la eterna tortura corporal de los infantes, adobada por los supuestos amores maternos o paternos; o es esta manera creativa de martirizar la estructura del cuerpo para agradecer a un dios sonriente, lo que la mente y la ciencia no han podido subvertir.

El rostro





Viejo como una montaña sagrada, sin lujos ni grandes prodigios naturales, simplemente las pendientes por donde se precipitan los ríos de la esperanza y aquella misteriosa corriente de fe, con la que ha sido imposible trasladar la montaña, moverla a otros lugares de alegrías eternas. Quizá sea el espejo del territorio con sus dos gotas de agua salvaje, dos gatos negros para asustar a la muerte.

Las manos



Es el territorio más llano y el menos pretencioso de todos, el descanso de las arterias; un camino para sanar, tocar, herir y fundir el alma; en la ruta de la sanación quizá se atrevan a herir el territorio como aquellas manos, que al tocar la guitarra fracturan los silencios; no es intencional ni tampoco inocencia, es el deseo de curar el que procura el ensayo, o la ciega tradición de unas maneras de ser que, en la circularidad de la vida poética, se procuran la magia de la supervivencia.


dios




Todavía no he podido encontrar en todo el territorio, las evidencias de la existencia de dios; no las he encontrado en nada, ni siquiera en la creación del acné, seguramente hecho para el asombro. Lo que he logrado capturar son otras evidencias, el esfuerzo diario y sobre humano del hombre por reinventarlo y luego conservarlo, memorizarlo y amarlo por encima de sí mismo y luego consumirlo como a la Coca-Cola.

El alma




Es lo más misterioso del territorio y persiste oculta en las conexiones neuronales del cerebro, una ilusión o realidad metafísica para afrontar la vieja animalidad humana, o el miedo de no ser humanos.


El mito del ser. Y señales no hay. Sin embargo, están los mojones espirituales a la vera del camino: las cruces en el cuerpo, la sangre derramada con sentido familiar, el capirote, la disciplina, la pollera. Extraño, pero así ha sido el hombre en todos los tiempos.


El territorio infinito



Nadie puede pensar que el cuerpo tiene límites si son evidentes los atajos libertarios del territorio, la búsqueda y los ensayos son simplemente para probar su inocencia, viaja manía del rebelde para escapar de los conquistadores. Y no es la disciplina o el látigo la amenaza, es la imposición papista, la que pone en peligro los límites territoriales, la madurez del pobre hombre.

El dolor




El sufrimiento y la sangre son toda una mancha en el continente, un invento para las expiaciones de las culpas, o el martirio proporcional para castigar al enemigo, el discurso cultural del cuerpo para aceptarse como territorio. La punzada interna, la herida apenas provocada para la historia.

martes, 19 de abril de 2011

La poesía flagelante






Cierto día me dijo que a él le hubiera gustado escribir sobre la belleza del flagelante, sobre su imagen milenaria y los tigres de bengala que lo perseguían, sobre los ángeles perdidos que lo abandonaron en los siglos de práctica, sobre el clamor de todas las tardes de verano de todos los viernes santos de todos los siglos en Santo Tomás. Pero es un flagelante en desuso que escucha la tierra, que escucha a los hombres y a Dios, su Dios todopoderoso, por eso tiene un nombre, Manuel, una familia y por eso mismo, forma parte del mundo.

Él sabe que el que escribe tiene algo que decir, por ejemplo “La flagelación no es tortura, es un viaje sagrado por la sangre de Cristo”; o “El flagelante es tozudo, pero tiene algo de nosotros: la religiosidad y la desmesura del ego”; o “Los tontos son otros, los que vienen a observar el movimiento epiléptico del ego flagelante; o “La flagelación es tan compleja, que lo que oculta el capirote, es ignorado”; o “El que rechaza la flagelación, simplemente no acepta este estado místico, otra manera de observar la realidad”; o “Flagelarse es una decisión tan suprema y sagrada como la consumación de la hostia”; o “Yo no me flagelo, pero al observar formo parte del rito”, igual el que sabe observar tiene algo que decir, porque sabe traducirle al sol su belleza, al mar su dolor o su risa, o a la brisa su tardía picardía. Para él la palabra es sagrada, es como la hostia, no como una hostia. Su comunión con Dios es sin intermediarios, como lo hacían los primeros hombres, sin iglesias y sin la bastedad de las piedras, en la soledad del cuarto, lejos del mundo de las religiones, y la palabra sigue siendo el verbo del amor.

Manuel cree en la belleza, antes y después de la flagelación, antes y después del sufrimiento, antes y después del amor, antes y después de una apuesta de sol, porque la belleza resucita en la piel del enemigo, en los ojos del tigre, o en la boca de la amada. La belleza, piensa, es la mano que armoniza la energía, aquella que al final moviliza la disciplina, los pies, el camino, la cruz, la piel herida por el instrumento de Dios, la poesía transpuesta por los siglos de belleza y olvido.

Para esta época la carne le tiembla y un deseo irremediable de regresar al campus de la calle de la Ciénaga le recorre el cuerpo, siente la embriaguez, la compulsión, la adicción. Todo se inicia otra vez en su mente, inexplicablemente, con la misma belleza del pasado, cuando se picaba, sin embargo el ya escribió el poema, libre, y consciente sabe que no puede reescribirlo porque corre el riesgo de destruir la original belleza. Ahora sólo escucha la tierra, y a su Dios, y observa el mundo, extrae la belleza y aprende. De ella vive.

El flagelante y el arte conceptual



La flagelación no es tortura, es un viaje sagrado por la sangre de Cristo


El flagelante es tozudo, pero tiene algo de nosotros: la religiosidad y la desmesura del ego.



Los tontos son otros, los que vienen a observar el movimiento epiléptico del ego flagelante.


La flagelación es tan compleja, que lo que oculta el capirote, es ignorado.


El que rechaza la flagelación, simplemente no acepta este estado mísitico, otra manera de observar la realidad.


Flagelarse es una decisión tan sagrada como la consumación de la hostia.


Yo no me flagelo, pero al observar formo parte del rito.


Remito por las fotografías a la revista bacanika, número 49, La última cena. Todas hacen referencia a la última cena. La primera es un anuncio de Marithé y Francois Girbaud. Fue censurado por la iglesia. La foto fue tomada por Brigitte Niedermair. La segunda fotografía es muy reconocida: Homero Simpsom. La tercera, es una idea del fotógrafo argentino, Marcos López, quien pagó el asado. La que sigue, es el elenco de los sopranos. La foto la tomó Annie Leibovitz. La siguiente fue una idea de un fotógrafo británico, David Lachapelle, quien vistió a todos con ropas deportivas para darles la apariencia de ser personajes de suburbios londinense. La penúltima es una fotografía colombiana, publicada por la revista SOHO. Un grupo de laicos interpuso una querella en el 2005 contra el director. La última foto, YO MAMA S LAST SUPPER, DE RENEE COX, jamaiquino, radicado en N.Y. Se preocupa por la diferencias sociales y critica una sociedad sexista y racista.

miércoles, 13 de abril de 2011

ENTREVISTA A UN JUNIORISTA



Samuel omite el apellido y lo único que dice es que es del norte de la ciudad de Barranquilla, un bacán de cinco pisos que ama la ciudad. No es culpable de nada, sin embargo, a veces piensa que carga la culpa de ser juniorista.


-¿Por qué?, le pregunto.


-Porque junior es una religión, con un templo y unos rituales, una feligresía y ciertos pecados.


-¿De dónde sacas esas cosas?


-Todo en la vida tiene una explicación, me responde mirando sus zapatos. Además, todo lo que hacemos, lo hacemos para darle sentido a la vida, a la cortedad existencial de uno. La ciudad es un mundo y nosotros representamos los miles de eventos que animamos la vida; el junior forma parte de esas búsquedas de sentido existencial.


Samuel se prepara cada domingo para disfrutar el partido de su glorioso junior. Sabe muy bien que algunas veces las cosas fluyen y la ciudad y los ciudadanos son felices. El piensa que son todas las veces que el junior ha sido campeón; cree que hay una armonía visible en la ciudad, porque las crisis económicas se adelgazan y todos terminan ganando, reemplazándo la terrible derrota por la esperanza.


Por el contrario, cuando el junior no alcanza una estrella, hay en la ciudad un sentimiento de pérdida, un conflicto serio con el éxito. Las gentes tienen miedo de ganar y muchas veces ese dilema terrible lo encarna el junior.


-Porque el junior, me dice, es el alma de la ciudad, el pararrayos.


Samuel no se detiene, es esa clase de juniorista que piensa, reflexiona, no traga entero y van al baño pero con un libro bajo el brazo. “El junior a veces forma parte de esa mancha escatológica del mundo, de las alienaciones mayores. Afortunadamente siempre existirá un dios y el junior.”


-¿Qué cómo me siento cuando pierde el junior? La derrota es tan necesaria como el triunfo, pero cuando pierde el junior no puedo dejar de sentirme perdido y confuso. Hay una parte de mí que se desalienta y me siento abandonado por los dioses del juego. Es cuando más me convenzo que el junior es una mierda. La ciudad tiene mal aliento y todo es más difícil, respirar, lanzar un piropo, ir al baño, comprar un auto, contemplar el cielo, hacer un negocio o jugar a las escondidas. Afortunadamente la crisis es pasajera y el junior tendrá que jugar otra vez, así como nos toca a nosotros ir al desierto y regresar otra vez a casa para calmar la sed.


-Samuel, le digo, todavía no he logrado comprender lo del pecado.


-No hay, me dice, religión sin pecado. Creo que son los fanáticos descarriados, desmadrados del junior. Las sociedades humanas no son perfectas, sobre todo las nuestras porque siempre aparece un desquiciado – como en el Brasil – fracturando la normalidad, esa realidad recargada a veces de belleza extrema. Ellos representan el dolor, la angustia, la injusticia social, la inequidad, la desesperanza de la ciudad. Es la anti-poética, pero también la anti-utopía de la ciudad. Ellos no lloran, porque se están vengando del mundo; ellos no rezan, porque su dios es la muerte; ellos no ríen, a penas gesticulan el dolor de burlarse de sí mismos.


Samuel tiene un cigarrillo en las manos y un trago de whisky en la mesa, esperando una boca que lo bese. El hielo no se ha agotado en el vaso, mientras el calor del trópico lo sentencia a muerte. El es apenas un sueño, un tiro al blanco y sabe muy bien que nada es eterno, ni el pecado ni la culpa, si acaso el junior.


-No sé sí lo has notado – y creo que me lo está recordando -, pero creo que el estado de ánimo de la ciudad, es el mismo estado de ánimo del junior; lo mismo ocurre con la selección Colombia y la nación. ¿De qué país crees que son los jugadores del junior? De un mundo comprimido, ausente, escaso, vacío, peligroso, riesgoso, disfuncional, desarticulado, fracturado, asimétrico, violento, desesperanzado, pasivo, resignado, indisciplinado, cuadrúpedo, antipoético, pobre y anti-heroico. La historia les pesa a los jugadores, por eso no pueden con su alma y no con el balón, porque la mayoría no han logrado comprenderse ni explicarse como individuos ni como nación. A veces se zafan de la historia, pero es más un accidente deportivo que un asunto político.


Se nos hizo tarde, Samuel barbulló algo ininteligible y se marchó a toda velocidad en su auto nuevo. Yo, caminé entre el gentío de la ciudad y me perdí en la noche.


lunes, 4 de abril de 2011

La vulnerabilidad humana en medio del desastre de la naturaleza



En estos días de apocalipsis mundial, la fragilidad y la vulnerabilidad humana han quedado nuevamente en evidencia. Somos en mano de la naturaleza, juguetes de un destino funesto y macabro. Ni siquiera el progreso alcanzado hasta el día de hoy por las sociedades más adelantadas, ha servido para detener el desastre. Nada sirve ante un estornudo de la tierra.


La evidencia de nuestra vulnerabilidad, se registró en el oleaje espectacular y mortal del Tsunami japonés, en la impotencia humana para detener el “monstruo”. De nada sirvieron las dos guerras mundiales, las armas y los aviones de guerra, la experiencia del hombre para vivir en medio de la zozobra de los sismos, las teorías políticas para hacer más justas las sociedades. Todo esto se volvió añicos ante la colosal “rebeldía” de la tierra.


El salto de la vulnerabilidad a la impotencia, puede tener registro en la propia naturaleza humana, pero también en lo ignoto. El hombre conoce a medias las reacciones de la tierra, lo que lo coloca en la vía del peligro, porque no sabe qué hacer frente a eventos simultáneos como el de un terremoto y un Tsunami. De lo supuestamente conocido, se pasa inmediatamente a lo desconocido. Y en este “juego” macabro de la naturaleza, la desnudez de la fragilidad es una fotografía para toda la vida.


Debemos aprender entonces a jugar también en el marco de lo desconocido para intentar prevenir y proteger nuestra propia vulnerabilidad. Los que no han logrado comprender la indefensión y la debilidad humana, en gesto todavía medieval, toman versiones bíblicas para intentar explicar lo “incomprensible”, y entonces hablan de profecías, apocalipsis y castigos divinos. Viven bajo el ciclo del miedo, fustigadas por las concepciones del pecado cristiano. Miedo a morir sin poder alcanzar la tan anhelada gloria terrenal.


Los científicos hablan de calentamiento global, cambio climático y “han vinculado los terremotos y el calentamiento con la presión del agua sobre la corteza terrestre.” Pero también han elaborado teorías sobre los riesgos, como Peter Bernstein en el libro “En contra de los dioses”, donde el autor traza una línea para diferenciar las sociedades modernas (estudiosas de los riesgos) de las sociedades pre-modernas (fatalistas y mágicas.)


Otro autor, estudioso de los riesgos extremos, Nicholas Taleb, escribió el libro “El cisne negro” para ponderar la racionalidad del cuidado humano a partir de la esperanza con sentido y la administración de los riegos. Las sociedades fatalistas y mágicas tienen menos probabilidades de salir del hueco de los desastres de la naturaleza, que las que tienen fe en la recuperación de los ciclos “rebeldes” de la tierra. La previsión es un rasgo fundamental de las culturas modernas, porque se conocen los riesgos de la vida en medio de las crisis tanto humanas (las guerras) como las de la naturaleza (terremotos, maremotos). El conocimiento y planeación de los riegos es consustancial al conocimiento y la aceptación de la vulnerabilidad del hombre.


Somos más frágiles en la medida en que somos más fatalistas y mágicos, y menos vulnerables, en la medida en que compremos la importancia de planear la vida en medio de los riesgos. Esta capacidad de vivir en el mar del riesgo, implica vivir en medio de las sumas y las restas, el caos y las incertidumbres, las lógicas y las inferencias, el tiempo del reloj y la sabiduría de la fragilidad. Este reconocimiento es necesario para poder potenciar el espíritu creativo y emprendedor del hombre moderno.


Bibliografía: 1. Adriana La Rotta. El Tiempo. Lo conocido y lo desconocido. Marzo 19/ 2011. 2. Gillian Tett. El Espectador. Contra los cisnes negros. Marzo 27/2011. 3. Revista Semana. Apocalipsis ya. Marzo 19/2011

martes, 29 de marzo de 2011

DEL CINE AL SUPERMERCADO O LA TRAGEDIA DEL REEMPLAZO

Santo Tomás de Villanueva. Allí, en ese lugar del capital, ahora abarrotado de clientes y artículos de primera necesidad, funcionó el teatro, o la sala de cine de la localidad; allí hubo almas interesadas en el arte, gentes – niños, adolescentes y adultos – que lloraban o reían con las historias proyectadas bajo un cielo estrellado. En este hueco del comercio de la ciudad hoy funciona un supermercado, o una “tienda” gigante, asesina de sueños. Un hueco que no nos dice nada, que no nos enseña nada, apenas nos muestra el camino para ingresar y salir con las bolsas de compras y sin el calor de los besos del arte. En este espacio del comercio contemporáneo, la vieja tienda de Moisés García, es un bello y hermoso recuerdo de vecinos, un árbol del que se extraían frutos de solidaridad todos los días para todos. La única montaña que crece y se agiganta hoy, es la montaña del dinero, viejos y nuevos billetes de todas las nominaciones, montículo para asesinar la poesía y resucitar la bronca de la ambición y la podrida manzana del poder. En el esqueleto de las estructuras de metal del supermercado, se amontonan los quesos, el papel higiénico, el desodorante, o el listerine, como animales en celo y en espera de la presa. En este lugar aséptico, las gentes viven otra historia, no la del cine, sino su propia historia de miserias y escasez de recursos. Ni un solo libro para calmar el hambre del espíritu. El arte se ha ido del edificio, que refaccionado para lucir su prenda nueva, ahora sólo permite carricoches, moto-taxis y bicicletas. Algo va lánguida, tristemente de la sala de cine al supermercado; las conversaciones no llevan el sello de los sueños, la imaginación y el arte, sólo los valores del dinero, el carraspeo de los negocios y el eclipse de la noche y el día. El supermercado llegó con sus sueños de modernidad a reemplazar los sueños y la imaginación del cine; llegó con su rostro gordo a cortar el aire, a fracturarle la nariz al placer de percibir la realidad de otra manera. Ya no hay actores ni actrices que nos mientan como miente el cine, sólo esa pesada carga de realidades groseras, percibidas por el atrofiado aparato de los sentidos. Este hueco, con sus entrañas frígidas y asépticas, es la nueva iglesia de los ciudadanos de este mundo, el templo para saciar la artificialidad del ímpetu de compra del ser humano, no importa si alguien se siente perdido, confuso o ausente de sí mismo, porque lo importante es la adquisición de cosas útiles, de esas cosas inútiles que inspiran la sensación de llenura simulada del ser. Pero para nosotros, los amantes del cine, la sensación es otra, de orfandad, de olvido, de perdida. Algo ocurrió en esta ciudad, que sus gobernantes y gentes pudientes, cambiaron el arte por la religión de la compra y la venta de cosas; algo nos pasó que se permitió el crimen de la imaginación y el arte, y entonces, como no hay cadáveres que vuelen, los cerditos de los remordimientos y las culpas, tampoco aparecen. Claro, a nadie le importa el crimen, porque la ciudad es otra, con otros rostros y otros huecos, con las ganas de vivir y morir del animal del cemento, y en ese afán por no saber nada de nadie, ni de la ciudad ni de sí mismo el hombre se olvido de la vitalidad de su suerte…

viernes, 18 de marzo de 2011

ANIMALIDAD



Dentro de mí, palpita el animal. Soy animal, como el perro o el burro u otro ser vivo diferente de aquel que proviene del ser bípedo. Puedo movilizarme en la superficie terrestre, incluso sentir el dolor y la alegría provocada por terceros. ¿En ese encuentro no accidental de seres vivos, quién no ha logrado construir y conservar relaciones afectuosas con un perro, por ejemplo? ¿Quién no ha logrado visionar el mundo de otra manera, después de la convivencia con un animal? ¿Mi lenguaje humano o mi conciencia por qué tienen que hacerme superior a una lechuza? ¿Qué significa ser un animal? ¿Qué es ser un tipo humano cualquiera?

La noción de humanidad está atravesada por la realidad animal, hasta alcanzar la cima de lo superior humano. Por eso la definición de animalidad se cocina en el hombre mismo, y no porque el hombre sea la vara para medir el resto de los seres vivos, sino simplemente porque el hombre en algún tiempo de su existencia fue también animal, que hoy palpita en la biología o la fisiología humana, en el instinto de vida y muerte.


La animalidad puede ser la ausencia de lenguaje y simbología y de rastros perdidos de la convivencia humana; sin embargo, el animal tiene otro tipo de “conciencia” y otras maneras de comunicarse con el mundo. En el plano de la realidad inmediata, por ejemplo, un perro nos percibe igual que el hombre percibe el perro. Pero en el universo de los afectos, en el enmarañable ramillete de abrazos, caricias y besos, el perro me percibe como su pana, igual que yo lo percibo como mí amigo. Lo que ocurre es que aquí, en este marco de aceptaciones mutuas, la concepción de lo animal se torna más complejo y la noción de enemigo o ser diferente, se diluye en la doméstica trama de la vida diaria. El hombre sabe entonces que es un ser humano, pero tiene dificultades serias para alcanzar la felicidad, en tanto que el animal se siente animal y esta “conciencia”, lo hace mejor que nosotros, lo que lo hace feliz con muy pocas cosas.

El problema podría ser entonces la cacareada concepción ética del animal humano, que creyéndose el rey del universo, se atreve a despreciar todo, incluso a él mismo. Los nazis lo hicieron en la segunda guerra mundial. Y aquí mismo en Colombia, la historia es como una montaña de exclusiones. Pero para tocar más la cotidianidad del problema planteado, pregunto: En una corrida de toros ¿quién es el animal? O que quiso decir, Carmen Rincón, jefe de financias del bloque Tairona de las AUC, en la Sierra Nevada de Santa Marta, mano derecha de Hernán Giraldo, cuando dijo: “El patrón era como el rey, y entregarle una niña era igual que llevarle una gallina.” (Lea El Tiempo del 6 de marzo del 2011: El jefe “para” que abusó al menos de 50 niñas.)
En el caso de la corrida de toros quiero remitirme a la confesión paradigmática de la escritora colombiana, Carolina Sanín, quien arrepentida de su asistencia y defensa de” las fiestas” de los toros, un domingo cualquiera de enero del presente año, muele ante sus lectores su propia percepción del pasado y fundada en un sentimiento exclusivamente humanista como la compasión, escribe: “Al rato aparecieron los perros en mi vida… Baste con decir que creo haberme dado cuenta de que la compasión por los animales es el único signo de evolución que mi generación ha visto. Y por una obstinada confianza en el espíritu humano, me despido de los toros…” (Leer El Espectador del 6 de marzo del 2011: Adiós a los toros.)


La confesión de Carmen Rincón, la guarda de las financias de Hernán Giraldo (“El patrón era como el rey, y entregarle una niña era igual que llevarle una gallina.”) me regresa a la deshumanización del hombre común colombiano, a su estructura mentalmente de animal al acecho, a su biología y patología humana y no a la cordura de los límites de la razón y la compasión del ser. Las razones que dio el jefe “para” citado, incluso las excusas del futbolista agresor del animal en el estadio Metropolitano, forman parte del cinismo y la hipocresía de una sociedad indolente ante la vida de seres humanos y animales.

miércoles, 16 de febrero de 2011

ME GUSTAN TODOS LOS LIBROS




Me gustan todos los libros, los chistosos y los de espantos, los de hadas y los de rimas, los de historietas y los de colorear, los gordos y los delgados, los de dinosaurios y los de piratas, los de canciones y los de monstruos, los libros de números y los de letras, los que hablan del espacio y los extraños y todos los libros, así como los dejó consignado Anthony Browne en el libro infantil “Me gustan todos los libros,” representado extraña o cómicamente en un chimpancé.

Sí, es cierto, me gustan todos los libros, unos para leerlos de cabo a rabo, otros para olerlos, otros para que me hagan compañía cuando salgo de compras, otros para asesinar la soledad de las horas tristes, otros para la rima y la poesía del vivir, otros para saber que el mundo nunca se va acabar, otros para aprender a reflexionar y filosofar, otros para las cábalas y los misterios del universo, otros para conocer las raíces y los significados de las palabras; en fin, me gustan todos los libros, sin excluir aquellos que ríen al vernos asustados por despreciar los libros recargados de obesidad.

Ellos, los libros nos comprenden, pero también se sienten solos, intocables, y es cuando uno como lector debe optar por la lectura no como un hábito, sino como un acto biológico más, (hablo de desarrollar un instinto) como el acto de comer, de ingerir el alimento diario para sentir la pulsación del hambre de leer no como un sentimiento de culpa, sino como fatiga. Entonces, el día que no leas, por alguna circunstancia, dependiendo del tiempo en horas, la fatiga será intensa, y tendrás enseguida que salir corriendo a leer algo profundo que mitigue el hambre. Porque la lectura es el alimento de la conciencia o del alma para alumbrar el camino del lector. Pero no será su salvación, porque no es suficiente. La guerra ya ha puesto a prueba demasiado al hombre erudito, aquellos que devoran libros por diletancia.

Me gustan todos los libros, sin excepción. Me gustan también los que hablan de fútbol, los comic, los de Mafalda, los de comida, los que hablan de otros libros, los libros infantiles, hechos para niños y adultos con almas de infantes frágiles. Leer es como intentar comprender a un hermano díscolo, hay que descifrarle sus claves, abrazarlo, quererlo, invitarlo a comer helado y sí es posible llevarlo con uno a todas partes para compenetrarse con sus manías y tic. Así lo vamos entendiendo más y su manera de decirnos las cosas se vuelve más clara para nosotros los lectores.

Los libros lo escriben hombres con una suma de mundos imaginados en sus cerebros, que es necesario que el lector-cómplice debe descifrar; en eso consiste la lectura, el juego de la lectura. Leer es descifrar, pero también disfrutar. Sin esta condición de goce, creo que es imposible culminar un libro. Porque el ejercicio de la lectura se convierte en una tarea, o en un trabajo, en una obligación, y en esta imposición se rompe el placer del desciframiento o el descubrimiento; es decir, el juego celebrado entre los dos cómplices del proceso lector.

martes, 8 de febrero de 2011

Relato




HISTORIA DE AMOR

Verlos entre la manía solar y ver como este ramito de locura les calcinaba los huesos, y luego verla especialmente a ella, mientras lo acariciaba, lo tocaba, lo besaba y lo apretujaba contra su cuerpo de fuego, le partía a uno el cuerpo. Y luego ver como el auto que transitaba a toda velocidad por la avenida de Las Camelias revolucionaba el alma de los vientos en calma que hacían que la falda de la joven enamorada amenazara con rebelarse de la piel que la sostenía y volara hasta la boca de asombro de los transeúntes, era otra experiencia menos fragmentaria. Inmediatamente pasó esta revolución del dios del viento, todo regresó al punto cero de la doméstica y juvenil existencia de los dos chavales enamorados; sin embargo, ella continuaba con el tierno disfrute del amor, y los cuerpos embelesados se desbocaban en ansias locas por el otro. El se observaba aparentemente indiferente, con las manos al costado de su cuerpo esquelético, esperando, adivinando que ella lo empujara, y ambos ambiciosamente corrían a guarecerse de los puñales solares en la primera sombra que encontraron. Y allí continuaron la fiebre de los cuerpos, y el alma de la bella mujer, con sus ojos color café, continúo buscándolo a tientas entre las caricias del instante; el joven dejaba que se desperezara su amor mamífero haciendo un movimiento para corresponderle, entonces levantaba los dos brazos que la cruzaban por su espalda, obligándola a mojar eróticamente sus labios en el mar de sus besos marinos. La atrae hacia su cuerpo virgen y ambos culminan pegando sus cuerpos entre sí al desamparo de una temperatura que cocina los senos y los genitales más inocentes. Ambos se sostienen en una posición levítica hasta que sus miradas, dilatadas por la pasión contenida, se derraman en sus labios y sus bellos rostros. El silencio, por varios segundos que parecen eternos, penetra la piel de los ojos juveniles que observan la escena de aquel milagro fortuito, porque el amor es eso, azar y frágil tiempo de espera.

El sujeto que viaja en el auto logró vislumbrar el instante del milagro, dejándolos atrás, y sintiendo que los abandonaba al malestar de la vía; poco a poco la silueta de los dos cuerpos se hacía indefinible en el infinito universo, mientras la realidad cruda y salvaje, regresaba otra vez a llenarle sus sentidos, o quizás a entorpecer la magia del milagro que dejó atrás, petrificado en la memoria salvadora de un mamífero imperfecto que también seguramente temblará del susto cuando el amor toque otra vez a la puerta de su corazón.

Son las doce del medio día y en la mitad de este universo de veinticuatro horas, un hombre y una mujer en cualquier parte del mundo cálido han decidido vaciar de líquidos sus cuerpos para que la rutina estalle otra vez. Y es aquí donde un hombre o una mujer deciden volver a empezar, a cocer la madeja que hará posible la resurrección y el conocimiento de la ruta de la locura, de la que se nutren los besos y los más caros sueños de los hombres.

Esta historia no es ambiciosa, el hombre que la dejó escrita, la garabateo para que otros hombres pudieran disfrutar los besos del mediodía, la respiración estrepitosa de la adolescencia, la locura de la represión sexual y la contingencia de los cuerpos en el peligro de morirse de amor ipso facto.

lunes, 31 de enero de 2011

cuento




YO

La vida es de una belleza extrema. La calle, el aroma de la lluvia, el paisaje, las mujeres, los hombres, los niños, todo duele hermosamente. Pero la vida también es de una tristeza abrumadora. Mi vida, la guerra, la pobreza o la miseria de las gentes, aquella niña a la que le volé la cabeza sin querer. Oh, Dios mío, como estas cosas se agolpan ahora en mi memoria como un hacha hendida, y sé que mi vida, por esta extraña e increíble posibilidad de leer y escribir, tendrá más iluminada la zona clara que la zona oscura de mi corazón. Poco a poco la luz de la luna, estoy nombrando la belleza que duele hermosamente, tomará posesión de mi alma y mi cuerpo y entonces yo, seré la flor que alguien cortará del jardín vecino para alegrar la vida de una mujer que necesita del aroma de las flores para soñar.

jueves, 27 de enero de 2011

La homofobia policiaca colombiana





La noticia del 26 de enero del 2011 en El Espectador, lacónica y egoístamente periodística, informa que el Tribunal Administrativo de lo Contencioso en el Meta, ordenó el reintegró a la policía nacional de la teniente Yaneth Mora Morales, quien fue retirada de la institución por ser lesbiana. Y se ordena el pago de salarios atrasados etc.

Es otra noticia más de impacto entre el tumulto de sucesos terribles conocidos diariamente en el país, pero pasa invisible, como si no hubiese acontecido.

La homosexualidad en esta época, forma parte de las libertades que tiene la gente para el libre desarrollo de su personalidad y no es menos ni más dañina que la infidelidad, la violencia intrafamiliar, la bigamia, la corrupción, el crimen heterosexual, etc. No existe ninguna diferencia entre un heterosexual bueno y honesto y un homosexual bueno y honesto, excepto en sus conductas sexuales. Y esta diferencia no los hace mejores ni peores, simplemente los hace diferentes. Y es lo que debemos respetar.

Pero las instituciones armadas en el mundo son las instituciones más peligrosas, por lo cuasi-medievales, por lo forradas en una variedad de prejuicios sociales y culturales que asustan, y por los cerradas en sí mismas, que entre ellas sus miembros corren riesgos que ponen en peligro sus vidas o sus empleos.

La homofobia es otra forma de racismo, pero no se asume como tal para creer que lo institucional cubre el odio y la discriminación aprendida después de 1492 contra la raza que no fuera la peninsular. No, es racismo puro y la homofobia, es otra variante más del profundo racismo colombiano, del odio que nos dispensamos a sí mismos y a los otros. El sueño de Hitler de una raza pura, lo han venido cumpliendo algunas mentes enfermas en algunas ciudades del país, “limpiándolas” de homosexuales, pordioseros, drogadictos, etc. Y en la policía de homosexuales, pero no de corruptos ni de policías que han abandonado a sus hijos y sus familias. ¡Viva la cultura patriarcal, viva el machismo y su lacra cultural¡

sábado, 22 de enero de 2011

De la catedral de Pablo Escobar a la base militar de Tolemaida



La realidad colombiana es tan tozuda que se repite algunas veces en forma de drama y otras en forma humorística; en ambos casos, lo dramático sirve de cortina al dolor, a la injusticia, al juego sucio, a la indignación, a la burla y a la violación de la ley.

Los actores pueden provenir de los bajos fondos del mundo o de los sagrados puntos de la institucionalidad colombiana, o pueden confundirse en la camaleónica vida de este país para vestirse un día en la vida pública de gobernantes pulcros y otro día en la oscuridad de las trampas anti-sistema y salir a confundirse con las manos y las armas de los asesinos. Total, es una vida concupiscente, enmascarada y cínica que ha terminado rompiendo los diques de la apariencia de la ley y la justicia, porque hacen lo que les da la real gana y se oponen a todo órgano que les haga oposición a su voluntad y voluntarismo totalitario.

Lo que acaba de ocurrir en la base miliar de Tolemaida, Tolima, donde estaba recluido un militar de alto rango, acusado por el intento de asesinato en la persona del excongresita Wilson Borja, nos recuerda los sucesos abominables, imborrables, inaceptables de la catedral de Pablo Escobar. Whisky, prostitutas, licencia para escapar, etc. Lo mismo de lo mismo. El mundo al revés, los ejemplos del establecimiento “en contravía” y multiplicados sistemáticamente, que alcanzan para realizar la contra revolución del silencio, la que anhela la derecha y la izquierda, la primera para reinar en medio del caos y la segunda para justificar la revolución perdida.

¿Qué hay de común entre un militar y la figura perdida de Pablo Escobar? La pregunta es pertinente por lo que acaba de ocurrir en la base militar de Tolemaida, porque es inconcebible institucionalmente y sin embargo, ocurrió en las barbas de todas las jerarquías de la base militar del Tolima. La violencia, su largura en el tiempo, ha terminado pudriendo el alma del hombre colombiano, y los primeros prisioneros del caos ético son los que conviven a diario y directamente en los campos de la guerra; sin embargo, es inexcusable el asesinato por ser contrario a las normas del respeto de la convivencia humana dentro y fuera del ejército.

Que después de casi dos décadas se repita un hecho o fenómeno como el de la catedral de Pablo Escobar, y al interior de una guarnición militar, simplemente quiere decir que en la memoria del hombre colombiano, la maldad como hecho social, se grabó con tal fuerza que gravita inconsciente en su vida cotidiana. El ejemplo de lo prohibido proviene de arriba, de las esferas del poder y esa hechura de la maldad se explaya sin ética y sin moralidad, que los más débiles, que son miles y miles, violan todos los días la ley sin pasión y sin compasión. Yo lo que creo es que lo de Pablo Escobar lo podía repetir un agente civil de la sociedad, nunca un agente de una base militar. Nuestra enfermedad llegó más allá del imaginario de la base militar de Tolemaida. ¡Qué susto, qué horror!

martes, 18 de enero de 2011

MARGARITA Y MATEO




En la película "Cadenas de favores" al protagonista, contrario a lo que piensa su profesor, el mundo le parece una mierda. Gran parte de la ficción gira alrededor de esta escatología filosófica de la vida. En la vida real colombiana esta filosofía pisa tierra firme todos los días.


No sé cuántos se acuerdan de Elsa y su esposo asesinados en un apartamento en Bogotá hace aproximadamente una década, asesinados por el paramilitarismo, la omisión del sistema y la indolencia de la sociedad colombiana de siempre.


Hoy le correspondió el turno a Margarita Gómez y a Mateo Matamala, dos jóvenes estudiantes de la Universidad de Los Andes, asesinados en Bocas de Tinajones, cerca de San Bernardo del Viento, Córdoba. Sin embargo, entre Elsa y su esposo y estos dos jóvenes ha corrido un mar de sangre que nos ha podrido el alma, conviertiendo a Colombia en un cementerio gigante.


Hasta hoy no hemos podido superar esta tragedia de dolor y sangre, las masacres y la filosofía de la escatología aludida en la película "Cadena de favores".


Los filósofos del lenguaje creen que en la nominación de las palabras debe estar una sustancia material que las haga creíbles para los consenso del grupos social; sin embargo, al discurso nuestro le falta aquella sustancia que la vuelva creíble a los ojos de los asociados. Por eso nadie cree, porque las palabras se desgastaron, se vaciaron de alma. Ese es el temor que tenemos de leer editoriales y discursos políticos. "Cadenas de favores."



sábado, 15 de enero de 2011

cuento



Tu madre también

Cuando mamá murió, mi abuela me dijo: “murió tu madre.” Y yo quise entender qué significaba morirse, porque mi mente de niña pequeña no comprendía todavía nada. Y mi abuela me dijo algo así como “irse de viaje para siempre.” ¿Y no regresa? le pregunté. “No regresa,” me dijo. Mi abuela era seca y directa. Usaba las palabras justas para decir las cosas, no como mi padre que hablaba bonito como los poetas. Pero mi padre no estaba, se había ido de la casa por un disgusto con mi madre y nadie sabía dónde andaba. Se fue con dolor porque me abrazó con la fuerza de un huracán y me dijo llorando que no quería irse, que lo sentía, “así es la vida, hija, sólo cuando seas grande lo comprenderás todo.” Y a una no le interesa estar grande para comprender estas cosas, porque lo que siente el cuerpo y el alma es más grande que la comprensión.

Mi madre estaba dormida en el cajón para los muertos, pero yo no entendía la muerte, ni me interesaba comprenderla. Sólo quería que abriera los ojos y me mirara como ella lo hacía, o que me tocara o besara como solamente ella sabía hacerlo, con la boca y la cara a la vez y me dijera las cosas bonitas que me decía siempre con su voz de ángel derretido por los afectos. Pero estaba dormida, pálida como dice la gente cuando habla de un cadáver, como alguna vez le escuché decir al abuelo cuando encontramos a Felino, el gatito de la casa: muerto. ¿Será así la muerte de mi madre, como la muerte de felino?

La sala gigante como un patio prehistórico estaba atestada de gentes que vestían negro o de luto; había un silencio impresionante. Los que iban llegando abrazaban a la abuela y al abuelo, a los tíos y las tías y alguno que otro visitante me sobaba la cabeza, y recuerdo que le pregunté a la abuela porqué la gente la abrazaba y me viene a la memoria lo que me dijo ensimismada, que no eran abrazos sino pésames. Y esas palabras taladraron mi cerebro y se clavaron en mi corazón, con todo el peso de la muerte. El misterio de la muerte desde entonces me persigue, sin poder lograr comprender todavía hoy la ruptura de la vida y la muerte. Y ahora sólo sé que morirse es tan necesario como estar vivo y convencida además, de que la muerte ensombrece todo, el amor, la tarde, las horas del desayuno, el sueño, todo.

Mi madre durmió toda la noche hasta el día siguiente, cuando decidieron llevársela así dormida para la iglesia y una angustia indefinida hizo su asalto en mi ser; quedé vacía hasta que poco a poco este vacío fue llenándose de una ira profunda, de aquella rabia impotente que debió sentir el primer ser humano que se enfrentó por primera vez a la muerte, a este estado de catalepsia mortal que abruma, traumatiza y fractura la existencia. Mi abuelo comprendió mi malestar y me cargó entre sus brazos, mientras mi cuerpo brincaba epiléptico y una tristeza extraña se apoderaba de mi rostro. “A todos al final nos pasará,” sentenció el abuelo. “A mi madre no,” le dije. “A tu madre también,” contestó él con los ojos bañados en lágrimas. “¿Qué es la muerte, abuelito?” logré preguntarle, mientras el féretro cruzaba la esquina. El me miró y sentí que sus ojos me horadaban por dentro.”No sé, hija, no sé.”

Por aquella edad no sabía de Dios, de tal manera que no podía reclamarla al único que se le podía reclamar y me quedé en silencio por un tiempo indeterminado, una, dos o tres semanas, o toda una vida, hasta que el dolor lo confundió el juego, la risa, la escuela, las amigas, el cariño de los abuelos y los tíos. Pero la muerte había hecho su aparición en mi vida y en la época menos esperada, cuando apenas era una niña que había atravesado los tres años. Este primer contacto con la oscuridad y el misterio hizo posible la aparición de los miedos y los asombros, porque mi madre no permitió a pesar de la muerte mi desamparo, quedaban los abuelos y las visitas que le hacía todos los fines de semana en el cementerio, cuando le llevaba agua y comida para que no se muriera de sed y hambre. La muerte no nos había separado, nos había unido más que nunca, porque yo podía invocar su imagen o su recuerdo para que ella apareciera inmediatamente. Cuando murió mi padre, cinco años más tarde, la muerte ya me había enseñado su lenguaje y yo la había aceptado como otra necesidad más de la existencia. Ahora con veintitrés años y un cáncer de mama que poco a poco aniquila mi cuerpo, la muerte conversa todos los días conmigo, me susurra al oído su impotencia de no poder hacer nada por mi vida y me acuerdo del abuelo: “A tu madre también.”

lunes, 10 de enero de 2011

SILVESTRE DANGOND Y EL PASADO CULTURAL




Las estructuras socio-culturales de la sociedad en la que vivimos, afortunadamente no son de hierro y del mundo patriarcal de los abuelos hemos pasado a otro, donde el respeto y los límites a los derechos humanos de los demás son fundamentales para la convivencia sana entre los convivientes sociales.


En aquel mundo patriarcal, del que todos los días tenemos noticias por ejemplos como los del cantante Silvestre Dangond, el otro era un simple objeto: objeto sexual, objeto amoroso, objeto afectivo, objeto de labores, etc. Lo cual quiere decir simplemente, que estamos haciendo tránsito hacia un mundo de relaciones nuevas, las que la Constitución del 91 y la Declaración Universal de los derechos de los niños han ido permeando poco a poco, procurando alcanzar la humanización justa de las relaciones humanas para poder equilibrar y armonizar la convivencia entre todos los seres humanos, sean niños, jóvenes o adultos.


De los restos del machismos decimonónico heredado hemos observado en el último año, las agresiones más terribles contra mujeres y niñas especialmente. Las agresiones contra los niños no son menos significativas para la vida de ellos y la de la sociedad en general.


Que un artista de la talla de Silvestre Dangond, termine, por realizar una chanza pública a un niño, en una situación tipificada de abuso sexual en el Código de Infancia y adolescencia, simplemente dice de la ignorancia grave en el tema de la dignidad y los derechos humanos de él, sus acólitos y los que consideran que ésta no es una falta grave. ¿Qué hubieran pensado si hubiese sido una niña?


Claro, como los hombres en la costa Caribe se cogen el culo, existe licencia para hacer cosas como hacen los tíos con los pelaos, es decir, hacer o repetir el acto de Silvestre Dangond sin sonrojarse, porque el pene tiene un valor de trofeo, de adoración o de reverencia tal, que hay que tocarlo para enviar el mensaje de fuerza o poder sexual entre la tribu, porque es el Dios Príapo del mundo patriarcal. Quizá esto fue lo que quiso inconscientemente hacer Silvestre Dangond, transmitirle al niño, tal vez como lo hicieron con él, el valor del macho, sobre todo, transmitirle al niño y a los que asistían al concierto de Patillal, la fuerza de mando que tiene entre nosotros el pene, la importancia de ser macho. Es más importante ser hombre, que ser mujer en este país.
Silvestre Dangond tendrá que estudiar derechos humanos, en especial el de los niños, para poder comprender porque su comportamiento parrandero, ha causado tanto malestar entre los defensores de los derechos humanos de los niños.


La genética cultural no es excusa para ignorar la letra menuda de la dignidad humana de los niños. El mismo Silvestre Dangond debe indignarse cuando se entera que un niño, o una niña, han sido abusados sexualmente por los adultos. Y debe preguntarse por qué ocurren estas cosas a diario en Colombia. No nos estamos ahogando en un vaso de agua, ponemos el grito en el cielo, porque de la permisividad estamos pasando rápidamente a los hechos de la violación. Todos los días se viola más de un niño en el país, y de esta suerte de hechos trágicos no podemos pensar en hacer un carnaval como piensan muchos. En las cosas de los niños, el país se tiene que poner serio y esto último no excluye al artista del vallenato,Silvestre Dangond…

viernes, 7 de enero de 2011

El dolor es necesario, aborta lo ordinario del vivir y pone a prueba nuestra oculta locura.
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El dolor no es una amenaza, es una oportunidad para aprender a sobrevivir.
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Ante el dolor, el cerebro despliega sus alas hasta alcanzar el vuelo del pájaro por primera vez.

sábado, 1 de enero de 2011

DE LO QUE UNO PUEDE APRENDER EN UN ACCIDENTE CUALQUIERA DE LA VIDA




Dos compadres conversan amenos en las bancas de un parque:

-Compadre, cómo es la vida ¿Vio lo que le ocurrió a la hija del vecino Humberto?

-¿Qué le pasó compadre?

-La violaron y la embarazaron.

- No le digo, la vida es una mierda.

-Compadre, eso lo sabe todo el mundo.

-Ah, sí, bueno, la vida es una cosa que no tiene lógica, ni cálculos. Para decirlo en términos humanos, no es racional. Si, a cualquiera persona le puede pasar cualquier cosa, sea niña o joven, adulto o anciano.

-Entonces, compadre, ¿qué es lo racional?

-Todo lo que hacemos los seres humanos, especialmente la conducta humana. Porque la vida humana es apenas el soplo vital, el espíritu de las cosas, lo que le imprime movimiento al mundo, y cuando hablamos de lo humano estamos hablando de pasión, del ánimo vivo que impulsa a alguien a hacer algo.

-¿Y las desgracias?

Están en la dimensión de lo humano y caen en la categoría de lo racional, de lo lógico, lo cuerdo, lo previsible, o lo imprevisible, que es el plan B de la vida o el destino del que habla la mayoría de la gente. Algo sin control: En un accidente de tránsito eres atropellado por un conductor ebrio, por ejemplo.

Hay otros eventos en los que interviene la irracionalidad: una cornada en una corraleja, o un ahogado en un pozo profundo en una zona marginal del poblado, o un embarazo indeseado.

-¿Por qué las gentes no hacen uso de la razón?

Creo que no hay misterios, sino un problema de entrenamientos mentales. Si las gentes aprendieran realmente el tema de la suma aprenderían también el tema de la lógica y los supuestos, las inferencias, las restas, las pausas y los controles de las emociones, las perdidas, que es el tema de las restas y el empleo de razones (argumentos, ideas).

¿Y cómo aprendemos de los accidentes de la existencia?

Voy a utilizar una ruptura, un boquete, y voy a introducir otra voz, la de William Ospina para darle respuesta a esta pregunta, corriendo el riesgo de lo inintelegible, así como lo hizo Sábato en una novela con el ensayo de los ciegos: "Nos hace mucha falta la memoria, y no tiene que ser una memoria luctuosa. Pueden ser hechos alegres, llenos de gratitud, profundamente cargados de sentido, de respeto, de reflexión y si se quiere de reverencia, por un mundo al que no hemos sabido horar como se debe. Creo que sólo el arte sabe conmemorar sin luto, con respeto profundo y con alegría creadora, eso que solemos considerar como meras desgracias pero que son en realidad las lecciones que nos da el mundo."