


Donde uno finaliza su destino de viaje ve marcado sus pasos y va llenándose de ese lugar sagrado que tocó con sus alas: pedazos de almas del lugar, o símbolos, o rostros que con la evolución del hilo delgado del tiempo, volverán a nosotros cuando la magia de la memoria los acaricie porque sí y será como volver a volar otra vez, o regresar otra vez a la sacralidad del viaje.
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