BIENVENIDOS

ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

sábado, 24 de abril de 2010

RATZINGER, DEMASIADO HUMANO

No sé porqué el actual Procurador general de Colombia, me recuerda mucho al papa Benedicto XVI. Hay en ambas personalidades, rasgos de fanatismo religioso tan pronunciados, detalles de conservadurismo que los oscurecen. Algo emana de ellos, que nos mortifica. Sin embargo, la figura papal, por ser universal, propicia mayores controversias.

Creo que al enclave de Roma no había llegado antes, estoy referenciando los últimos cincuenta años aproximadamente, un papa tan humano como el que tiene hoy la iglesia católica, y cuando hablo de humano estoy refiriéndome a un hombre despojado de toda intención de santidad, porque el ser humano que encarna Ratzinger, con toda su envoltura carnal y la profunda dicotomía de su alma, no podrá nunca despojarse del lastre pedófilo que lo persigue, y no porque él sea pederasta, no; sino simplemente porque en el pasado, cuando él todavía no soñaba con reinar entre los hombres de su religión, sus posturas de vida comenzaron a sembrar un manto de duda alrededor del hombre de fe que sigue siendo hoy. Lástima para su iglesia, porque en las organizaciones religiosas la coherencia de la bondad atraviesa la película que cubre la pared de la inmortalidad humana. Y hablamos de lo bueno, no desde el prestigio de la moral, pero sí en términos profundamente éticos.

(Hay, sin embargo, que hablar en paréntesis para capturar la mayor de las contradicciones de la iglesia católica, el supuesto poder de la tradición en un mundo cada vez más civil y menos tradicionalista y donde por supuesto, la separación de los poderes de la iglesia y el estado, obliga a todos los ciudadanos a someterse al imperio de la ley civil, incluyendo sin excepción a los sacerdotes pedófilos.)

Y a la vida de Benedicto XVI le falta el arte mágico de la santidad, la dulzura humanista que asombre a los hombres de cualquier mundo religioso, el misterio humano que atraiga al otro, no importa que este otro sea por ejemplo musulmán o anglicano. Para empezar, es un hombre con pasado medieval, inquisitorial, ya que fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe y militó según los que le han escudriñado su pasado, en las juventudes Hitlerianas en los tiempos de la segunda guerra mundial. Pero lo que más ha molestado el mundo, es su complicidad o la omisión actuada frente a los casos de pederastia en Alemania y otras ciudades del mundo. El tiempo o la época es lo de menos, lo que importa es que en su omisión por lo menos, hay un velo de tolerancia y encubrimiento en estos delitos y esta conducta pretérita se ha revertido negativamente en su reinado terrenal, a tal punto, que estoy absolutamente seguro, será imposible que alguien proponga el camino de los milagros y la santidad para él.

Su conservadurismo ha sido tan irracional que incluso atravesó la vida íntima de los fieles y se inmiscuyó en el control natal al prohibir el uso de los preservativos para luchar también en contra del SIDA y se atrevió admitir en su iglesia al sacerdote que niega el Holocausto nazi, Richard Williamson. Mas sus pretensiones son tan descabelladas que tienen el tinte de la colonización occidental, porque descalifica la vida religiosa de las culturas precolombinas, sobrevivientes del holocausto de la conquista y la colonización española, cuando asegura que sus actuales prácticas religiosas son un retroceso al mundo primitivo. Aquí sólo pretende occidentalizarnos a través del misterio de la razón y la metafísica religiosa, como si su mundo fuera más perfecto que el reino de los Taironas.

Una última acotación: el hecho que el hombre, Ratzinger, no haya podido mejorarse como ser humano a pesar de sus creencias religiosas, significa simplemente que la humanidad debería pensar más en el hombre como un sujeto terrenal imperfecto, pero dispuesto a despojarse de la hipocresía del poder terrenal que en nombre de Dios, usan todas las religiones para ocultar la miseria humana.

sábado, 17 de abril de 2010

Las mujeres los prefieren brutos


Entre tantos hombres buena gente que existen en el mundo, ¿por qué ustedes las mujeres los prefieren brutos?

Mi amiga Luz María me miró decididamente a los ojos y con la energía nuclear de una tragedia, respondió:

- Ni nosotras mismas lo sabemos.
- … (silencio)
- Ella: La existencia es una trampa.
- ¿O el amor?
- ¿No es lo mismo?
- Tal vez, pero el amor desesperado las ciega y terminan casándose como victimarios y no con príncipes azules.
- Bueno, sí, las cifras de violencia contra nosotras es aterradora. Ni siquiera respetan las niñas.
- Son un botín de guerra.
- Nadie se escapa, ni el Papa, el representante de Dios en la tierra. Recuerdo lo que decía Sábato, el escritor argentino: Dios no existe cuando hay un niño que se muere de hambre en la tierra.
- Bueno, pero el hombre y la maldad siguen existiendo. Lo que podría traducir la impotencia de Dios en un mundo con un cielo en crisis.

Los jugos de zanahoria agonizaban en los vasos de ambos, mientras el rostro de Luz María se observaba furibundo. Yo me atreví a observar los rostros de todas las mujeres que pasaban por la refresquería y sin subjetividad de ninguna naturaleza, los veía tristes, como quien carga la tragedia de toda la humanidad.

- ¿Cómo se distinguen los brutos de las buenas gentes?
- El cerebro tiene unas antenas sociales, llameémosla intuición, que nos advierten de las intenciones del otro. Lo que ocurre es que el amor termina interfiriendo la intuición y nos obliga a pensar que el otro va a cambiar y establecemos tiempos: un mes, seis meses, un año. Esta es la trampa existencial de la que no queremos aprender nada.
- De acuerdo, frente al primer golpe, el divorcio; o frente a otras situaciones sutiles, que ocultan muy bien la violencia machista, convocar a la primera conversación seria para prevenir la suma de actos futuros que las desconocen como sujetos de derechos.
- El amor es la trampa y es lo primero que hay que empezar a trabajar, incluyendo todo el componente humano de la dignidad de la mujer y el hombre.
- Creo que tienen que saber escogerlos y establecer acuerdos de respeto desde el primer instante. Ante la primera violación del acuerdo, ruptura inmediata porque es imposible perdonar a esta especie de animales.
- Sí, porque además de brutos, Papas, sacerdotes, gobernantes, padres de familia ¡qué asco¡

No me atreví a mirar los ojos de Luz María; me despedí de ella apenado y sintiendo que tenía la responsabilidad política de ser buena gente, algo que atravesaba toda la basura cultural de la herencia machista y se instalaba en todo el centro de la conciencia y mis retos individuales. Las mujeres valían la pena, por todas las mujeres: mi madre, mi esposa, mi hija, mis amigas…

Ser papá es más peligroso que un loco con revolver en mano


Escribir es en últimas, el afán de cuestionarnos como padres, hermanos, tíos, profesores, hijos. Todo lo que se nos ocurra. O nos ocurra. Especialmente por el rol de ser padres, que requiere de mucho prestigio para poder soportar las caídas del ángel protector, quien como humano también comete errores, que lo delatan delante de sus propios hijos, quienes hasta los 12 años aproximadamente, son conscientes que sus papás no son ningunos dioses, sino seres terrestres, que se achican por miedo al desastre eterno.

- Ser papá es más peligroso que un loco con revolver en mano.

Silencio... No lo prolongué más y busqué la voz en toda la instancia del cuarto de estudio. Estaba solo, lo que me obligó a inferir que era mi conciencia.

- No exageres.
- ¿Tú crees?
- Sí, porque hay mucha gente que cree que traer hijos al mundo es un deporte.

Todo lo que he leído todos estos años y mi experiencia personal, incluso lo que logrado escribir, me ha servido para ir decantando el rol de padre, tan desgastado y desprestigiado en esa suerte de detalles insulsos de la vida doméstica familiar, que por ser insulsos no han dejado de ser importantes y fundamentales para construir la imagen paterna. La línea del prestigio - ¿Se podría hablar de fama? - se deterioró cuando los hijos no sabían, o no saben, distinguir entre el hombre, el amigo, el padre, el compañero o el cómplice.

- ¿De qué prestigio hablas?
- Del que provee la honradez, la coherencia, la ética y la moral, de la fama ganada en los actos generadores de confianza familiar y social.
- ¿No será que te estás volviendo loco?

Admito que hablar con uno mismo, puede dar la apariencia de locura, de orate sin remedio, porque la gente a pesar de hablar con el pensamiento consigo mismo en las horas de vigilia, no acepta la introspección, un método que bien utilizado reporta excelentes resultados. Además evita que vayas al psicólogo. Así que de locuras no hablemos, porque posiblemente mi yo esté más loco que mi conciencia.

- No es para tanto, escuché con nitidez mi propia voz.
- Claro, porque quieres hacerme creer que los subversivos son unos dementes de ciudad.
- Vaya, no te creí tan delicado.
- Advierto que la delicadeza es tan necesaria para el abordaje de ciertos temas, como la indignidad para comunicarle al otro las ofensas recibidas.

Intento no distraerme con la introspección, así que tomo mi distancia con el método y apuro la copa, porque necesito explicar la confusión de varios roles en una misma persona. Cuando uno es padre, es prioritario fortalecer está función, además hacerla visible como modelo de imitación, sin demeritar por supuesto, los otros roles que la sociedad recarga en los hombros del ciudadano. Ser papá es una responsabilidad que se adquiere en la práctica del amor y la práctica familiar y va más allá de la biología y de la misma cultura, porque el amor lo inventamos todos los días, lo que quiere decir, que no es un modelo para conservarlo en la nevera.

- ¿Crees en el amor?
- Sí, por supuesto.
- Pero en otras partes has dicho que no existe.
- Y no existe, porque los abuelos, los patriarcas, lo inventaron para ser exclusivamente felices y para hacer lo que a ellos les diera la reverenda gana, inclusive la guerra. Y se olvidaron de la compañera, la esposa. Toda una injusticia cultural, que obliga a reinventarse todos los días el amor para que no se parezca al amor de los abuelos.
- Y cómo es el cuento de los…

No la deje terminar… si claro, sé lo que quieres saber. Es complicado porque hay que hacer abstracción para poder comprender… Por ejemplo, si papá trabaja en la empresa por supuesto, no hace el papel de padre, sino de obrero, mecanicista, soldador, etc. Aunque en algunas ocasiones estos roles se crucen por los aprendizajes, es decir, por la propia experiencia de uno y otro rol, siempre se genera una sabiduría o un saber, que ayuda a comprender lo que pasa en el trabajo o la casa, o en otro lugar. O viceversa. Lo que quiero decir, es que ser padre es un aprendizaje cultural inserto en una función específica de la familia, que requiere profunda claridad para que pueda funcionar como respuesta a una necesidad interior (el amor propio) y exterior (el amor a los hijos y a la humanidad), con individuos que no son responsables de venir al mundo… Un papá no es un amigo, ni un cómplice, ni un compañero de la vida con el que podemos pasarla chévere como la pasamos con los compañeros de trabajo. No, un padre es un papá que tiene que hacerse responsable de la vida de sus hijos, tiene que ser su protector hasta que ellos puedan valerse por sí mismos, es decir, hasta que sean seres maduros, autónomos, independientes, libres…

Me vi envuelto en un silencio espeso y la voz que me inquiría se apagó, porque entendió que me harté de ella, aunque a ella esta actitud mía le sea indiferente, porque nunca perderá el dominio sobre mí. Sin embargo, ella sospecha que en algunas ocasiones su voz no es una orden, tal vez, una culpa, pero no una orden. La dejé y me dediqué a otras cosas…

lunes, 12 de abril de 2010

LOS TRUPILLEROS


El trupillo es un árbol que crece en áreas desérticas; sin embargo, una familia del barrio El Carmen en Santo Tomás, Los Carrillo, decidió plantarlo en toda la esquina de su casa, como una manera de establecer alguna diferencia con los vecinos, que sembraban otra clase de árboles. De este árbol surgió el nombre de una generación barrial, denominada “Los trupilleros.”

- No era una pandilla, se defiende Enrique Barandica.
- Creo que no, alcancé a decir, porque todavía no existía la acepción con la que se identifica hoy un estilo delincuencial de los jóvenes marginales de los centros urbanos.
- Aquello era otra cosa, interviene el reconocido juez de Repelón, Milán Carrillo, protagonista también de esta historia.
- Sigo creyendo, les dije, que eran unos rebeldes sin causa, pero conscientes del momento histórico vivido y aún así, sin norte político, simplemente unos gocetes de la existencia, algo vital para la edad.

De aquel tiempo recuerdo algo singular, la desnudez, la expresión del cuerpo como elemento de rebeldía, de ruptura con las concepciones de la decencia de la época y algo más, la postura de unos comportamientos que sólo ocurrían en la ciudad, en el cine, en los grandes centros urbanos del mundo. Desnudarse en aquellos tiempos era una herejía, una ofensa terrible a las “buenas costumbres.”

- Qué otras cosas, hicieron, les pregunté.

Se miraron a los ojos y casi como en coro:

- Cosas terribles, que no vamos a comentar ahora.

Claro, pensé, los grupos como las personas tienen tres vidas, como dijo en alguna ocasión García Márquez: “Una privada, una pública y otra secreta.” Y este grupo como un organismo vivo y humano, no escapaba a esta última. Lo que significó no insistir.

Este año celebraron onomástico y lo hicieron para la celebración de la memoria, porque eran conscientes de que el olvido es una capa de silencio pretenciosa que intenta engañar a los hombres, o sepultar injustamente el pasado. Libaron copas y levantaron las voces de los recuerdos, intentando escapar de las trampas del tiempo. Fue el festín de las nostalgias para recuperar la virilidad del vivir.

Los trupilleros hicieron historia así como en cierto tiempo lo hizo Margarita Senior, quien quemó la alas de la ruralidad imponiendo un estilo de vida urbano para la época, que a los parroquianos les parecía inmoral, y lo que ocurrió simplemente fue que ellos se adelantaron a su época...

LA REVERENDA GANA


Mi amiga Noris, me lo dijo casi sin pensarlo:

- “Lo hago porque me da la reverenda gana.”
- Perdón, fue lo único que alcance a decir.

La vi salir de mi apartamento con una energía que por poco se prenden las cosas. Y me asombré de su determinación, del gesto de su rostro y el resto de su cuerpo. Con esas determinaciones uno puede cambiar el mundo en un solo acto, y se inició una etapa de averiguamientos, intenté entonces recordar en qué instantes de mi existencia había adoptado yo también aquella postura y qué fuerzas intervenían para que ocurriera aquello. Debe estar uno muy convencido de su decisión para dar la vida por defenderla. Sin embargo, esto es el final del último acto, porque la convicción tiene que estar precedida de creencias (ideas o pensamientos o intereses traducidos en ideología personal) y elementos volitivos que impulsen el alma o el espíritu hasta la determinación de la reverenda gana.

La experiencia me ocurrió en unos días que para los estudiantes son instantes extraordinarios, en época de exámenes. La joven mujer, alumna universitaria, se me acercó y me ofreció de todo para que la “ayudará a pasar el semestre.” Le repetí que era irregular su ofrecimiento y por lo tanto, imposible de cumplir. Ella preguntó tanto el por qué de mi negación, que de mí ser brotó la vida:

- Porque me da la reverenda gana.

Y hoy recuerdo nítidamente: “La real gana son actos voluntarios, libertarios, donados y recargados de pasión humana, suficientes para ser felices, igual para poder crear áreas de contaminación volitiva y creativa, necesarios para que los que no tienen ruta, por ejemplo, puedan encontrarla por imitación o por contagio, modelos de aprendizajes válidos entre convivientes humanos para salvarse.”

viernes, 9 de abril de 2010

Perdido en la vaguedad de las horas


En estos días soleados, pos-santos y bajo la sombrilla del asombro por la lluvia de peces en suelo tomasino, me he sentido perdido y cuando digo perdido, no estoy aludiendo al mundo físico, sino al mundo interior, acuoso, rojo, o quizás incoloro. Sí, perdido, sin metas y sin objetivos, como Tibio, el perro de la casa. Ahora un libro, luego una película, al rato con la mirada perdida en el horizonte, después en los brazos de Morfeo… Perdido. Luego en la biblioteca o en internet leyendo la prensa, o escribiendo.

- De qué te quejas, me recrimina Frensis Salcedo, mi pana. Duerme, simplemente duerme. No hagas más nada y no busques nada, solo duerme.

Y me quedó pensando en las realidades o en los vocablos hacer, nada. Hacer para ser. ¿Y la nada? Estoy metido en un berenjenal como decían los abuelos. La nada es una realidad humana, que nos impulsa a salir de ella. Expulsión. ¿Es esto de lo que quiero escribir o hablar? Quizá, de cualquier manera ahora mismo estoy con la lámpara de Diógenes y luchando contra la nada y esta vaguedad, que contamina mi ser.

- Todos nos hemos perdido alguna vez. Es la voz de Víctor Aguilera, desde el fondo de la biblioteca.
- ¿Y cómo ha sido esa experiencia para ti?
- No hablo de ella, se escuchó otra vez la voz de Víctor.

Y lo comprendí perfectamente, porque es una experiencia terrible, parecida a aquella otra física de los extravíos en la ciudad, sobre todo, si te pierdes en Bogotá. Te invade el pánico y te sientes un puntico inocuo del mundo, o quizá un insecto al que es posible aplastar de un zapatazo. Nadie puede salvarte, solo tu instinto de astronauta invencible. Abres la mochila, extraes el mapa de la ciudad y la brújula para poder orientarte, señalas un sitio y luego te diriges a él convencido de haber encontrado tu ruta salvadora. No es nada fácil, pero tampoco es imposible. No es una fórmula, es simplemente otra ruta para el auto-encuentro.

Frensis observa mi rostro de extraviado irredento y luego confirma con su gesto lo que a cabo de plantearle. Sí, me dice, esa es una ruta posible entre otras rutas. Bacano que la hayas descubierto.

Perdido. Creo que a veces es importante que nos ocurran estas cosas para saber que somos humanos, que estamos hechos de un material maleable, que se puede fundir o que se puede modelar para el bienestar de todos; que el mito del alma, más no el espiritual, puede diluirse o conservarse en el misterio, pero “el material” espiritual es otro cosa, porque se puede alimentar y al final contribuye a la iluminación, o la sabiduría, o al saber, o al entendimiento. Saber estas cosas nos reconforta y desde luego, nos salva. Porque no somos materia congelada, sino materia maleable, espiritual.

Tibio, nuestro perro, nunca está perdido, está ahí sin la “conciencia” del universo y quizá sin la conciencia de los aprendizajes humanos, o sin la conciencia del mundo interior. Ser o la nada, no es su conflicto, tal vez su libertad, como en la metáfora del “Callejero” de Alberto Cortez.

Aquella mañana en la que hablamos del tiempo


Bueno, uno habla todos los días con muchas gentes y habla de todo e incluso, varias de esas “cosas” que uno conversa con las gentes, como ocurre con lo que uno lee con la prensa escrita, termina en el hueco sin fondo de la memoria, que no tiene sin embargo, un recipiente de desperdicios, como si lo tiene la basura de la vida material del mundo. Porque todo contacto con otro ser, es una afectación humana y como tal, ese contacto se guarda en la otra memoria, no en la consciente, sino en la otra, en la inconsciente, donde está la magia de la iluminación, lo que quiere decir que lo que conversamos todos los días con los seres que amamos y los que no, termina a la larga ayudándonos a estructurar la personalidad.
Y no es extraño, de ninguna manera; lo que ocurre es que a veces no sabemos u olvidamos de tanto vivir, cómo funcionamos. Así que nos encontramos en la oficina de la clínica, ella porque tenía a su madre con problemas cardíacos y un diagnóstico terrible, y yo porque me habían aplazado una intervención urgente, también del corazón. Estábamos en un lugar denominado Unidad del corazón. Y terminamos hablando del tiempo.


_ Ya estamos en el mes de marzo, dijo.
_ El tiempo, viaja en avión y nosotros en burro, recuerdo que le respondí.
_ Así es.
_ El tiempo es subjetivo.
_ ¿Tú crees?, me preguntó.
_ No sé. Creo que tienes razón, el tiempo no sabe de estas cosas. Porque el tiempo es simplemente tiempo. Segundo, minuto, hora, día, mes, año, siglo. No es sujeto, es tiempo.
_ ¿Te acuerdas cuando éramos niños?
_ Sí, claro, no nos interesaba el reloj, incluso era un estorbo, porque todos queríamos alargar el día. ¡Qué días aquellos!

La directora de la oficina llegó y suspendimos la conversación y mientras las dos mujeres conversaban sobre los problemas cardíacos de la señora madre de mi interlocutora, yo pensaba en el tiempo y la producción, el tiempo y el juego, el tiempo y la niñez; sobre todo, en la necesidad de hacer dinero para la supervivencia, para continuar respirando todos los días, razón por la que el tiempo nos asesinaba, o nos devastaba de tal manera, que nos moríamos de estrés. La quincena, o la mensualidad, o simplemente el pago de la semana. Y los que no tienen para el diario ¿qué piensan del tiempo, de la vida, de la existencia? ¿Y los niños que no tienen para comer diariamente, que piensan del tiempo?

La directora nos dejó solos otra vez, y la señora entonces me preguntó por el tiempo, ¿Qué es el tiempo?, y se fue riendo, sin esperar la respuesta. No sé si usted le tenga respuesta a esta pregunta colosal, que me desborda como ser humano, porque pienso en el universo, en los animales, en el espacio, en el cosmos, en la conciencia que determina el segundo, en el big bang, en el día y la noche, en el sol y la luna, en los ríos, en el mar, en los autos, en el tren bala, en el avión, en el hombre pisando la luna, en los sueños, en los pensamientos, en la luz, en el instante de un beso, en un orgasmo, en la relatividad, en la subjetividad humana; en fin, en Newton, en Hawking, en Galileo, en Einstein, en la creación. En mí, que estoy hecho de agua, de materia, de espacio, de tiempo, de nada. Y como un rayo, me vino a la memoria la conversación que cierto y determinado tiempo sostuve que con Anguilera, con Víctor Aguilera, quien recordando a uno de sus filósofos amados, me decía que los que piensan que la vida es corta, están mintiendo, porque no tienen en cuenta el tiempo hermoso que desperdiciamos…

miércoles, 7 de abril de 2010

PREGUNTARIO PARA SUPUESTOS IDIOTAS



¿Es usted boba o bobo? ¿Qué tan profunda es su tontería? ¿La puede calificar del 1 al 5? ¿Es reversible, o usted cree que no tiene remedio?

Los seres humanos en el transcurso de una vida tienen - ¿o tenemos? – una gran variedad de comportamientos que van de un extremo pusilámine a otro extremo astuto, “vivo”; conductas algunas calificables de estúpidas y otras de bondadosas. Entre esos “actos” humanos hay otras que son calificables de tontas, y lo más extraño de todo esto es que en la mayoría de las veces son inducidas. Algunos individuos son conscientes de esta situación, razón que los hace “peligrosos” y “aburridos” por su posición crítica, y otros no, porque son seres enanejados del sistema y habituados a la oferta.

El televisor, con aparato y contenido, extrañamente, y con todo que es una caja insignificante, inerme y con un puesto de privilegio en la vivienda, nos induce a ser tontos de nuestro tiempo. Con alguna razón, Vargas Llosa, el escritor peruano de “La ciudad y los perros”, dijo alguna vez, lo copio de memoria, que “la televisión es para idiotas,” porque comparada con el cine, aquélla no tiene nada que hacer frente a la propuesta estética de la cinematografía.

A Fernando Savater, el filósofo español, si mal no recuerdo le leí no sé dónde, que es mejor ser un tonto que un asesino estúpido. De cualquier forma mida, si se puede, sus niveles humanos de tontería, o bobería:

1. ¿Cuánto tiempo de la programación de la televisión colombiana ve diariamente?
2. ¿Cuáles son sus canales preferidos, los institucionales o los privados?
3. ¿Cuál prefiere más: RCN o Caracol?
4. ¿Su fanatismo por las telenovelas llega hasta el extremo de comer, coser, hacer el amor, hablar con sus amigos o amigas sin desconectarse de ellas?
5. ¿El tiempo que usted le dedica a la televisión sobrepasa aquella manía de la infancia en la que jugar era tan vital como la vida misma?
6. ¿No se pierde de ningún reality, así este en juego, hacer el amor o leer un libro, salir con una amiga o amigo, comerse un helado en compañía de la persona que más estima?
7. ¿No se pierde de la programación deportiva, incluyendo TV Cable?
8. ¿No le gusta el Canal 5 o Señal Colombia?
9. ¿La programación de TELE CARIBE le parece buena?
10. ¿No ha logrado comprender por qué no le gusta el 11 o canal institucional?
11. ¿Se muere por todos los reinados de belleza?
12. ¿Es de las/los que estudia viendo TV?
13. ¿Prefiere la TV a conversar con alguien?
14. ¿Le gustan las telenovelas venezolanas más que las mexicanas, o viceversa?
15. ¿Prefiere la TV a la lectura de un libro?
16. ¿Ha perdido el control sobre el “vicio” de la TV?
17. ¿Qué emisoras escucha ordinariamente?

Bueno, en estos tiempos, ser tonto no duele tanto, ni tiene tanto significado porque esta imposición de masas es convencional, es decir, es una moda de prestigio como alquilar un pulóver o un sobretodo para una fiesta. Y a la gente le encanta ser boba, como cuando alguien la alaba por la marca de ropa que usa. “Me gusta la televisión y qué”, me dijo el otro día alguien desafiante; o “en las telenovelas uno aprende demasiado”, dijo otra; o “yo veo que todo el mundo tiene un televisor en su casa, y sí todos los tienen, entonces no es malo tener dos o tres en casa”, me dijo un amigo que alguien le dijo, quizá una vecina.

Las boberías pertenecen al mundo de lo superfluo, a ese afán desbordado por las naderías y el miedo por quedarnos nadando en la superficie del agua y es precisamente aquí, donde reside el peligro porque no nadar en las aguas profundas del lago de la realidad, nos aniquila la posibilidad de atravesarlo hasta cruzar todos los puentes y las claves de la esclavitud. Un tonto es alguien que no parece un tonto, pero hace todo lo posible por aparentarlo como la gente honrada. Si la estupidez está ligada al crimen y éste al aburrimiento, la bobería se solaza en su propia baba y lo terrible si se piensa trágicamente, es que ningún bobo ha tumbado ningún gobierno en el mundo; los estúpidos, por el contrario, por aburrimiento, se les da de vez en cuando por participar en una revolución, o participar en un crimen atroz, o pretenden quedarse en el poder por el prurito del egocentrismo maldito del narcisista.

Yo, es una confesión, he luchado a brazo partido contra la bobería y la estupidez que se ha multiplicado tanto geográfica como geométricamente en estas dos últimas décadas. La lucha es larga y sin respiro porque la estulticia anda disfrazada de gente importante, o de político, o de ciudadano común, o de profesor, o de médico, o de poeta o escritor, de cura, de anciano, de joven, en fin, de periodista. Lo importante es que ya no es necesaria una lupa porque usted los ve venir a un kilómetro de distancia y puede asustarlo si lo observa. Mejor olvídelo como se olvida el pan. Bueno, yo también un mal día sometí a prueba mi idiotez y voté por Samper y voté por Ventura Díaz, dos días que fulminaron la confianza en el mundo. Todavía no me recupero de estas fracturas de almas. No digo más, para que no suene a excusa, o a vaca.

lunes, 5 de abril de 2010

LA BROMA DE DIOS


Y el evento ocurrió en Santo Tomás, el día 4 de abril, del 2010, entre las 5 y media y seis de la mañana. Calle de La Independencia, muy cerca de la Casa de la Cultura. De un árbol de mango florido y en plena cosecha, cayeron centenares de pececitos muertos. Según la metafísica religiosa del lugar, ocurrió un milagro. La calle se emplumó de gentes a traídos por el fenómeno. Antes del evento físico, había pasado por el lugar, El encuentro, un festejo religioso madrugador que cerraba la celebración de la Semana Santa.

La señora Nancy Fontalvo, vecina del lugar, relata que ella vio cuando el alma del árbol se estremeció e inmediatamente cayeron los pececitos a la superficie terrestre. ¿Qué razones tenía Dios para extraer de su ambiente natural a tan delicadas criaturas? ¿Y por qué muertas? ¿Puede un árbol de mango, parir peces? ¿Se estaba burlando Dios de los creyentes? ¿Estaba poniendo a prueba su fe, su lógica humana, sus tonterías primitivas? Nadie lo sabe, porque según los católicos del lugar, Dios es así y lo ocurrido forma parte de su misterio. Lo que ignoran los lugareños, es que Dios también es un bromista consumado, alguien que le gusta reírse de los hombres. Haití, o Chile, pueden ser ejemplos de su vocación bromista, asunto que traté en otra columna, la de “Haití.”

Cuando empecé a dudar del milagro, casi me “agreden” algunos vecinos, quienes con la mayor dosis de credulidad me decían eufóricos que cómo era posible que no creyera en un milagro avalado por las pruebas de los peces muertos. Asumí como respuesta el silencio, porque estaba en el terreno de la metafísica simplista de los tomasinos, en la corporalidad de sus mapas mentales, aquellos que han sido construidos con la paciencia de las creencias religiosas y en los momentos infantiles en los cuales la práctica de la razón y la lógica estaba subordinada a la irracionalidad de las emociones de la fe. Todo esto para culminar viendo lo que uno quiere ver, porque si usted quiere ver una virgen en el residuo del café de tinto, por supuesto, que aquella figura es una virgen, o un milagro. Un sujeto que no haya visto nunca la imagen de una virgen, no la verá nunca, observará otra cosa, porque la formación de su estructura mental, no estuvo nunca alimentada por la fantasmagoría religiosa.

La fe religiosa puede ser la fuerza que sustenta una mentira o un fraude religioso, o la renuncia al conocimiento. Por esta razón es importante cuestionar estos eventos de la religiosidad popular, para sacarlos del misterio y volverlos objetos de comprensión y explicación no santa. Por ejemplo, por qué alguien cometió el crimen de sacar los críos de peces del río y lanzarlos en el árbol de “Yoya.” Pudo ser en otro árbol o en otro lugar; simple coincidencia. O por qué alguien interesado en bendecir el negocio de comida de “Yoya,” terminó haciéndole un milagro comercial a esta mujer bondadosa del vecindario de la calle 7.
Uno esperaría, que de ahora en adelante ocurran otras cosas bienhechoras en el vecindario, para que el milagro no se aísle de la cotidianidad de las familias que viven alrededor; esperaría que las gentes dejen de odiarse, se vuelvan más solidarias y cooperantes, respeten la intimidad de los demás y no nos invadan nuestros silencios con el sonido estrafalario del picó; o los salarios se incrementen por la bondad de los empresarios, que las tarifas de los servicios públicos se reduzcan sustancialmente para que la justicia salarial alcance para pagar además de la comida, los libros de los estudiantes y los viajes a Santa Marta o Cartagena, o al Parque Cultural del Caribe. En fin, ojalá este milagro nos salve de seguir pudriéndonos de indiferencia humana…