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ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

viernes, 9 de abril de 2010

Aquella mañana en la que hablamos del tiempo


Bueno, uno habla todos los días con muchas gentes y habla de todo e incluso, varias de esas “cosas” que uno conversa con las gentes, como ocurre con lo que uno lee con la prensa escrita, termina en el hueco sin fondo de la memoria, que no tiene sin embargo, un recipiente de desperdicios, como si lo tiene la basura de la vida material del mundo. Porque todo contacto con otro ser, es una afectación humana y como tal, ese contacto se guarda en la otra memoria, no en la consciente, sino en la otra, en la inconsciente, donde está la magia de la iluminación, lo que quiere decir que lo que conversamos todos los días con los seres que amamos y los que no, termina a la larga ayudándonos a estructurar la personalidad.
Y no es extraño, de ninguna manera; lo que ocurre es que a veces no sabemos u olvidamos de tanto vivir, cómo funcionamos. Así que nos encontramos en la oficina de la clínica, ella porque tenía a su madre con problemas cardíacos y un diagnóstico terrible, y yo porque me habían aplazado una intervención urgente, también del corazón. Estábamos en un lugar denominado Unidad del corazón. Y terminamos hablando del tiempo.


_ Ya estamos en el mes de marzo, dijo.
_ El tiempo, viaja en avión y nosotros en burro, recuerdo que le respondí.
_ Así es.
_ El tiempo es subjetivo.
_ ¿Tú crees?, me preguntó.
_ No sé. Creo que tienes razón, el tiempo no sabe de estas cosas. Porque el tiempo es simplemente tiempo. Segundo, minuto, hora, día, mes, año, siglo. No es sujeto, es tiempo.
_ ¿Te acuerdas cuando éramos niños?
_ Sí, claro, no nos interesaba el reloj, incluso era un estorbo, porque todos queríamos alargar el día. ¡Qué días aquellos!

La directora de la oficina llegó y suspendimos la conversación y mientras las dos mujeres conversaban sobre los problemas cardíacos de la señora madre de mi interlocutora, yo pensaba en el tiempo y la producción, el tiempo y el juego, el tiempo y la niñez; sobre todo, en la necesidad de hacer dinero para la supervivencia, para continuar respirando todos los días, razón por la que el tiempo nos asesinaba, o nos devastaba de tal manera, que nos moríamos de estrés. La quincena, o la mensualidad, o simplemente el pago de la semana. Y los que no tienen para el diario ¿qué piensan del tiempo, de la vida, de la existencia? ¿Y los niños que no tienen para comer diariamente, que piensan del tiempo?

La directora nos dejó solos otra vez, y la señora entonces me preguntó por el tiempo, ¿Qué es el tiempo?, y se fue riendo, sin esperar la respuesta. No sé si usted le tenga respuesta a esta pregunta colosal, que me desborda como ser humano, porque pienso en el universo, en los animales, en el espacio, en el cosmos, en la conciencia que determina el segundo, en el big bang, en el día y la noche, en el sol y la luna, en los ríos, en el mar, en los autos, en el tren bala, en el avión, en el hombre pisando la luna, en los sueños, en los pensamientos, en la luz, en el instante de un beso, en un orgasmo, en la relatividad, en la subjetividad humana; en fin, en Newton, en Hawking, en Galileo, en Einstein, en la creación. En mí, que estoy hecho de agua, de materia, de espacio, de tiempo, de nada. Y como un rayo, me vino a la memoria la conversación que cierto y determinado tiempo sostuve que con Anguilera, con Víctor Aguilera, quien recordando a uno de sus filósofos amados, me decía que los que piensan que la vida es corta, están mintiendo, porque no tienen en cuenta el tiempo hermoso que desperdiciamos…

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