BIENVENIDOS

ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La espera




Esperar tiene su ciencia.

Hay quienes llevan un libro

para hurgar en la mente de otros.

Otros incluso llevan toallas y comida

para perderse de casa cuatro días.

La paciencia es como una iglesia de siglos,

un rosario de muertos.

Esperar, sin embargo, es una filosofía,

aquella que no olvida el tiempo esclavo.

Hay otros que devoran letras de revistas bonitas,

los epigramas,

los sueños de las modelos tontas

y los autos de fe del mercado de los ricos.

Esperar es un destino,

siempre uno espera la muerte.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Un experimento sociológico


Hace días me ocurrió algo en el trabajo que me afectó mi estado anímico, pero luego pasó a formar parte del banco del olvido, hasta hoy que leo la nota en El tiempo de Paulo Coelho, “Una historia real,” y aquella experiencia que creía olvidada y superada regresa otra vez, pero de otra manera a mi memoria.

Comienzo por la historia de Coelho, quien relata que el violinista Joshua Bell, empleando un Stradivarius, violín valorado en más de tres millones de dólares, interpreta en la estación del metro de Washington, las piezas más difíciles de Bach para tal instrumento. El ensayo lo hace en una hora pico de la mañana, mientras todo el mundo se dirige al trabajo; solo una mujer fue capaz de prestarle atención y de deleitarse con su música; el resto, preocupados por el trabajo, se desconectaron de la interpretación callejera.

Es muy difícil ensayar que a más de una persona no le guste la música clásica, pero se colige que la atención estaba concentrada en el tiempo laboral; lo increíble es la renuncia voluntaria al disfrute transitorio del arte, mientras vamos al trabajo. No es el vacío que da origen a la ruptura entre la vida interior y la vida exterior; es decir, la incapacidad de hacer tránsito desde lo profundo del ser para poder leer la externalidad del mundo. No. Es la renuncia vomitiva para dejar de disfrutar la existencia, lo plural, la riqueza múltiple del vivir, acumulado en lo diverso de ambos ojos.

Relato mi historia. Aquel día quería compartir una acción-arte (arte conceptual) con una de mis amigas más queridas y terminé arrastrando a otra compañera de labores; el ejercicio estaba montado en PowerPoint. El titulo de la obra era Violación y requería de una o varias modelos desnudas para escribirles en sus cuerpos cinco sentencias: Mi cuerpo desea, pero es mi cuerpo. La violación es un acto de amor. Mi cuerpo no es mi conquista. La vagina es la culpable. El único responsable, es el pene. Fue imposible compartir la acción porque los intereses estaban dispersos entre los del trabajo y otras cosas particulares, alejadas del arte. ¿Qué es lo que ha ocurrido en la vida de la gente común que se ha fracturado su sensibilidad artística? ¿Qué clase de resorte se rompió que desconectó la vida interior de la vida externa? ¿Cuánto vacío acumulado en la vida interior, que la experiencia mundana no ayuda a resolver? ¿Por qué nos cuesta leer desde lo artístico la vida ordinaria? ¿Por qué renunciamos a la belleza de la vida? ¿Cuánta belleza del mundo desperdiciamos por las renuncias gratis de nosotros?

Hoy la lectura que hago de aquella experiencia, es de limitación, autolimitación, aprendizaje terrible de un ejercicio repetido infinitamente hasta el extrañamiento, o embrutecimiento de la mente por el trabajo, por el patrono, que no quiere que no pensemos en otro cosa distinta que el trabajo, y por nosotros, que no somos capaces de rebelarnos. Nadie sabe lo que esconde el cerebro, pero como en la película “Qué tienes debajo del sombrero,” ya va siendo hora de empezar a trabajar o preparar la mente para el arte.

domingo, 21 de noviembre de 2010

¿cuánto puede pesar el otro?


¿Cuánto puede pesar el otro? ¿Y si su peso sobrepasa el peso de uno? ¿Es la empatía un acto de posesión del peso del ser del otro? ¿Puede uno cargar, o posesionarse del ser del otro por un instante de tiempo determinado? ¿Por cuánto tiempo? ¿Intentar saber cómo se es otro, o cómo es el otro, ayuda a mejorar la convivencia?

Comprender la escritura del cuerpo-mente del otro, sus pulsaciones, su biología y su psiquismo, puede aquietar la mente, los prejuicios o el juzgamiento de uno, un prurito que está en la superficie de las relaciones humanas. La idea es pasar unos segundos por sus milagros y penas para poder observar si somos capaces de entender el ser y su cultura.


El cuerpo-mente tiene su escuela, donde aprende a estructurarse como sujeto de derechos, a fracturarse e incluso escindirse para fracturar, dividir y violentar al otro; un ejercicio donde la cultura escribe con sangre las posturas corporales, independientemente de la voluntad del aprendiz. Aquí en esta experiencia, el cuerpo aprende a ciegas las profundidades del ser, pero no las distingue, y en este aleteo primero lo olvida, porque el aprendizaje es emocional y no racional. El cuerpo-mente para alcanzar el ser tiene que atravesar el camino de la razón y la lógica, el origen de la causa y el efecto.


En toda relación humana existe un encuentro de cuerpos-mentes, sujetos estancos en el aprendizaje mal educado de la fractura corporal o de la escisión del alma-cuerpo. Si la fractura ha sido traumática, estos cuerpo-mentes se repelan cuando aparezca una luz de conflicto, y ambos se olvidan del tiempo antes del trauma y de la posibilidad de ser el otro, de ver los moretones del vivir pretérito, o las acciones violentas, acurrucadas en sus ojos.


Quizás la escritura de la cultura ha sido tan funesta que el cuerpo-mente esté enfermo y como tal reproduzca exactamente, como en la suma de los unos, la experiencia del trauma, el dolor, la fractura y la escisión del alma-cuerpo. Esta experiencia de dolor, que no se ha podido superar, oculta las necesidades del ser, del ser afectivo, y termina reinando la oscuridad, la sin razón, lo ilógico, la noche. Aquí la dificultad es el auto-conocimiento del sujeto-alma, el embrutecimiento por la brutalidad del pasado, reproducida en el tránsito de una vida permanentemente presente.
Y el otro, el bebé que apenas insinúa el rostro del amanecer, está abierto a la delicadeza del mundo, pero su vida se interrumpe por la irrupción de la violencia de los primeros golpes, quedando su cuerpo-mente expuesto al dolor o la fractura del alma-cuerpo, que inicia la biología del dolor, la pulsación del estrés y las primeras experiencias con la des-validez y la fractura de la confianza humana. El cuerpo-mente inicia desde ese instante una recomposición ontológica que no va a terminar nunca, porque el cuerpo funde como víctima y victimario a la vez.

Con estas experiencias, aprendidas desde un cuerpo-mente infantil, es imposible la empatía y posesionarse del ser del otro, porque el cuerpo-mente fracturado y fracturador, está ciego y como tal irreconocible. Desde sus primeros años, la fractura, o la cultura, le coloca una venda en los ojos de la mente-cuerpo, que al ser se le oculta en el griterío y el dolor de la violencia.
¿Cuánto pesa el otro? El ser siempre tendrá el peso del dolor o el peso leve de la felicidad, y no será en kilogramos, sino en la simbología de la empatía, no como metáfora sino como realidad cultural y en este sentido, intentar ser el otro, es una vivencia mayúscula porque no sólo ambicionamos el ser sino que lo hacemos visible, con sus defectos y fortalezas. Esta experiencia válida el cuerpo-mente del otro, sujeto de derechos, y lo expone a la comprensión del mundo para el conocimiento y los reconocimientos de las heridas de la existencia. Creo que aquí están todas las claves del entendimiento, la desnudez del ser, y sobre todo, el desmontaje de las defensas de mi mente-cuerpo para poder actuar sin las segregaciones del estrés y el dolor humano.


Entonces ocurre la posesión del ser del otro, mi quietud mientras se realiza el encuentro y la penetración sin violencia del cuerpo-mente del otro. Empatía dice el psicólogo, pero es algo más misterioso, con mayor poder de transferencia, la lucha por dejarme posesionar de sus pulsaciones pasivas, las que al atravesar mi cuerpo-mente, dejan de actuar de manera tradicional, como lo hacen en su mente-cuerpo o cuerpo-mente.


Lo ocurrido en mi mente-cuerpo abre el camino de la lucidez y el perdón, un trazo de tolerancia, un estado de comprensión para abandonar la lucha cuerpo-mente-mente cuerpo. A esto es quizás lo que llamamos paz, o posturas de paz, la habilidad de la mente-cuerpo para resolver las claves de la luz del conflicto…

lunes, 15 de noviembre de 2010

LA MAGIA DE LA BUSQUEDA


Hay una verdad elemental relacionada con todas las iniciativas y los actos creativos,
cuya ignorancia mata las ideas y los planes más esplendidos: en el momento en el
que uno definitivamente se compromete, la providencia también se moviliza. Suceden
toda clase de cosas que lo ayudan a uno y que nunca habrían ocurrido. De la decisión
surge toda una corriente de acontecimientos que provocan a favor de uno toda suerte
de incidentes imprevistos y de reuniones y de ayuda material, tales que ningún hombre
habría soñado que vendrían en su ayuda. Lo que sea que puedas hacer, o sueñes que
puedas hacer, empiézalo. La osadía trae consigo el genio, el poder y la magia.
GOETHE.

Cuantas veces en la búsqueda de algo, tropezamos emocionados en el camino con cosas inesperadas e impensables que de alguna manera, sirven a los propósitos de lo que buscamos. Esos encuentros fortuitos con las cosas obedecen a la magia de un instante inolvidable y a la búsqueda incansable y terca de objetos, poemas, textos perdidos y otras cosas que ahora se escapan al misterio de una memoria que también le fascina el juego. Los abuelos con el tino del tiempo, dicen todavía que “quien busca encuentra.” Sólo hoy somos capaces de comprender lo mágico de esta frase, su simplicidad, pero también su compleja relación con la profundidad del camino.

El encuentro con esas cosas aparentemente fortuitas, tiene relación con la voluntad y la paciencia de un sujeto prendido del misterio y del prurito de la búsqueda, como los arqueólogos incansables buceadores de la antigüedad; individuo obsesivo y sabio que sabe que en el camino de la búsqueda están los premios y la excitación de la existencia.


La búsqueda funciona con el acto mágico del encuentro, con esa posibilidad maravillosa del descubrimiento no intencional, con el contacto con ese algo que aparece ante nuestros ojos fascinados y nos obliga a exclamar: ¡ha, es maravilloso, no lo buscaba, pero me sirve!


En esa búsqueda de todos los días, tropezamos con algo inusual, con un poema, o un artículo de prensa olvidado, o un libro perdido en la memoria de la biblioteca, mientras las circunstancias, los duendes y las cosas se ponen al servicio del milagro.

Buscar resulta entonces, un ejercicio placentero, un ritual que nos acostumbra a las polillas, al olor afiebrado de los libros y a los viejos artículos de prensa conservados con un celo desconocido; un ritual primitivo que ha permitido al hombre llegar a la luna, conquistar los espacios físicos, incrementar su imaginación y fortalecer su voluntad de escribano y poeta de los místico.


Buscar posibilita el encuentro con nosotros mismos, con nuestro espíritu confuso y con nuestros ojos de alma, que son los espejos visibles de lo eterno; buscar es más que una metáfora de la vida, buscar es el camino…