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ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

domingo, 21 de noviembre de 2010

¿cuánto puede pesar el otro?


¿Cuánto puede pesar el otro? ¿Y si su peso sobrepasa el peso de uno? ¿Es la empatía un acto de posesión del peso del ser del otro? ¿Puede uno cargar, o posesionarse del ser del otro por un instante de tiempo determinado? ¿Por cuánto tiempo? ¿Intentar saber cómo se es otro, o cómo es el otro, ayuda a mejorar la convivencia?

Comprender la escritura del cuerpo-mente del otro, sus pulsaciones, su biología y su psiquismo, puede aquietar la mente, los prejuicios o el juzgamiento de uno, un prurito que está en la superficie de las relaciones humanas. La idea es pasar unos segundos por sus milagros y penas para poder observar si somos capaces de entender el ser y su cultura.


El cuerpo-mente tiene su escuela, donde aprende a estructurarse como sujeto de derechos, a fracturarse e incluso escindirse para fracturar, dividir y violentar al otro; un ejercicio donde la cultura escribe con sangre las posturas corporales, independientemente de la voluntad del aprendiz. Aquí en esta experiencia, el cuerpo aprende a ciegas las profundidades del ser, pero no las distingue, y en este aleteo primero lo olvida, porque el aprendizaje es emocional y no racional. El cuerpo-mente para alcanzar el ser tiene que atravesar el camino de la razón y la lógica, el origen de la causa y el efecto.


En toda relación humana existe un encuentro de cuerpos-mentes, sujetos estancos en el aprendizaje mal educado de la fractura corporal o de la escisión del alma-cuerpo. Si la fractura ha sido traumática, estos cuerpo-mentes se repelan cuando aparezca una luz de conflicto, y ambos se olvidan del tiempo antes del trauma y de la posibilidad de ser el otro, de ver los moretones del vivir pretérito, o las acciones violentas, acurrucadas en sus ojos.


Quizás la escritura de la cultura ha sido tan funesta que el cuerpo-mente esté enfermo y como tal reproduzca exactamente, como en la suma de los unos, la experiencia del trauma, el dolor, la fractura y la escisión del alma-cuerpo. Esta experiencia de dolor, que no se ha podido superar, oculta las necesidades del ser, del ser afectivo, y termina reinando la oscuridad, la sin razón, lo ilógico, la noche. Aquí la dificultad es el auto-conocimiento del sujeto-alma, el embrutecimiento por la brutalidad del pasado, reproducida en el tránsito de una vida permanentemente presente.
Y el otro, el bebé que apenas insinúa el rostro del amanecer, está abierto a la delicadeza del mundo, pero su vida se interrumpe por la irrupción de la violencia de los primeros golpes, quedando su cuerpo-mente expuesto al dolor o la fractura del alma-cuerpo, que inicia la biología del dolor, la pulsación del estrés y las primeras experiencias con la des-validez y la fractura de la confianza humana. El cuerpo-mente inicia desde ese instante una recomposición ontológica que no va a terminar nunca, porque el cuerpo funde como víctima y victimario a la vez.

Con estas experiencias, aprendidas desde un cuerpo-mente infantil, es imposible la empatía y posesionarse del ser del otro, porque el cuerpo-mente fracturado y fracturador, está ciego y como tal irreconocible. Desde sus primeros años, la fractura, o la cultura, le coloca una venda en los ojos de la mente-cuerpo, que al ser se le oculta en el griterío y el dolor de la violencia.
¿Cuánto pesa el otro? El ser siempre tendrá el peso del dolor o el peso leve de la felicidad, y no será en kilogramos, sino en la simbología de la empatía, no como metáfora sino como realidad cultural y en este sentido, intentar ser el otro, es una vivencia mayúscula porque no sólo ambicionamos el ser sino que lo hacemos visible, con sus defectos y fortalezas. Esta experiencia válida el cuerpo-mente del otro, sujeto de derechos, y lo expone a la comprensión del mundo para el conocimiento y los reconocimientos de las heridas de la existencia. Creo que aquí están todas las claves del entendimiento, la desnudez del ser, y sobre todo, el desmontaje de las defensas de mi mente-cuerpo para poder actuar sin las segregaciones del estrés y el dolor humano.


Entonces ocurre la posesión del ser del otro, mi quietud mientras se realiza el encuentro y la penetración sin violencia del cuerpo-mente del otro. Empatía dice el psicólogo, pero es algo más misterioso, con mayor poder de transferencia, la lucha por dejarme posesionar de sus pulsaciones pasivas, las que al atravesar mi cuerpo-mente, dejan de actuar de manera tradicional, como lo hacen en su mente-cuerpo o cuerpo-mente.


Lo ocurrido en mi mente-cuerpo abre el camino de la lucidez y el perdón, un trazo de tolerancia, un estado de comprensión para abandonar la lucha cuerpo-mente-mente cuerpo. A esto es quizás lo que llamamos paz, o posturas de paz, la habilidad de la mente-cuerpo para resolver las claves de la luz del conflicto…

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