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ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

lunes, 4 de abril de 2011

La vulnerabilidad humana en medio del desastre de la naturaleza



En estos días de apocalipsis mundial, la fragilidad y la vulnerabilidad humana han quedado nuevamente en evidencia. Somos en mano de la naturaleza, juguetes de un destino funesto y macabro. Ni siquiera el progreso alcanzado hasta el día de hoy por las sociedades más adelantadas, ha servido para detener el desastre. Nada sirve ante un estornudo de la tierra.


La evidencia de nuestra vulnerabilidad, se registró en el oleaje espectacular y mortal del Tsunami japonés, en la impotencia humana para detener el “monstruo”. De nada sirvieron las dos guerras mundiales, las armas y los aviones de guerra, la experiencia del hombre para vivir en medio de la zozobra de los sismos, las teorías políticas para hacer más justas las sociedades. Todo esto se volvió añicos ante la colosal “rebeldía” de la tierra.


El salto de la vulnerabilidad a la impotencia, puede tener registro en la propia naturaleza humana, pero también en lo ignoto. El hombre conoce a medias las reacciones de la tierra, lo que lo coloca en la vía del peligro, porque no sabe qué hacer frente a eventos simultáneos como el de un terremoto y un Tsunami. De lo supuestamente conocido, se pasa inmediatamente a lo desconocido. Y en este “juego” macabro de la naturaleza, la desnudez de la fragilidad es una fotografía para toda la vida.


Debemos aprender entonces a jugar también en el marco de lo desconocido para intentar prevenir y proteger nuestra propia vulnerabilidad. Los que no han logrado comprender la indefensión y la debilidad humana, en gesto todavía medieval, toman versiones bíblicas para intentar explicar lo “incomprensible”, y entonces hablan de profecías, apocalipsis y castigos divinos. Viven bajo el ciclo del miedo, fustigadas por las concepciones del pecado cristiano. Miedo a morir sin poder alcanzar la tan anhelada gloria terrenal.


Los científicos hablan de calentamiento global, cambio climático y “han vinculado los terremotos y el calentamiento con la presión del agua sobre la corteza terrestre.” Pero también han elaborado teorías sobre los riesgos, como Peter Bernstein en el libro “En contra de los dioses”, donde el autor traza una línea para diferenciar las sociedades modernas (estudiosas de los riesgos) de las sociedades pre-modernas (fatalistas y mágicas.)


Otro autor, estudioso de los riesgos extremos, Nicholas Taleb, escribió el libro “El cisne negro” para ponderar la racionalidad del cuidado humano a partir de la esperanza con sentido y la administración de los riegos. Las sociedades fatalistas y mágicas tienen menos probabilidades de salir del hueco de los desastres de la naturaleza, que las que tienen fe en la recuperación de los ciclos “rebeldes” de la tierra. La previsión es un rasgo fundamental de las culturas modernas, porque se conocen los riesgos de la vida en medio de las crisis tanto humanas (las guerras) como las de la naturaleza (terremotos, maremotos). El conocimiento y planeación de los riegos es consustancial al conocimiento y la aceptación de la vulnerabilidad del hombre.


Somos más frágiles en la medida en que somos más fatalistas y mágicos, y menos vulnerables, en la medida en que compremos la importancia de planear la vida en medio de los riesgos. Esta capacidad de vivir en el mar del riesgo, implica vivir en medio de las sumas y las restas, el caos y las incertidumbres, las lógicas y las inferencias, el tiempo del reloj y la sabiduría de la fragilidad. Este reconocimiento es necesario para poder potenciar el espíritu creativo y emprendedor del hombre moderno.


Bibliografía: 1. Adriana La Rotta. El Tiempo. Lo conocido y lo desconocido. Marzo 19/ 2011. 2. Gillian Tett. El Espectador. Contra los cisnes negros. Marzo 27/2011. 3. Revista Semana. Apocalipsis ya. Marzo 19/2011

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