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ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

sábado, 26 de junio de 2010

MELISSA



A veces en el vapor del mediodía o en el vapor de la atmósfera de la tarde, cuando mi hija Melissa pelea y regatea con su madre la ingesta del jugo de zanahoria, la imagino rebelde y realizando una huelga de hambre para que se le respeten sus derechos a comer lo que ella le da la gana, como hacemos los adultos; me la imagino parapetada en la cocina, trabando las entradas con las mesas y las sillas de la casa, la estufa y las ollas y montada en una mesa arengando al mundo para que su madre reconozca que a ella no le gusta el jugo de zanahoria y además las verduras, el pescado y la sopa. Imagino las cámaras de los programas de los noticieros entrevistando a todo el mundo para que opinen sobre la huelga de hambre de la niña y los noticieros haciendo encuestas con resultados 50/50 porque nadie se pone de acuerdo sobre la solución de este caso. La controversia llega hasta los estrados judiciales y las áreas centrales del gobierno, que argumentando insubordinación de la niña, nombra una comisión de paz para llegar a un acuerdo con Melissa, quien se negará a firmar el acuerdo hasta que no se le reconozcan sus derechos a comer sólo lo que le gusta. Ante la agresión del mundo, que busca imponerle salidas tradicionales como aquellas de que los adultos son los que mandan y los niños y niñas los que deben obedecer sus decisiones, Meli se atrinchera más en la cocina hasta que llega la Cruz Roja, el cuerpo de bomberos y los organismos internacionales que cuidan el respeto de las Convenciones de los derechos humanos de los niños. La familia y el barrio también se dividen y nos acusan por la división del control de la autoridad nuclear de la casa, sin sospechar que en el país todo ha cambiado poco a poco, gota a gota y persona a persona porque ya no somos los mismos desde que los derechos humanos de los niños empezaron a prevalecer por encima de los derechos de los demás y desde que tuvimos que empezar a contarles que el niño dios somos nosotros. Después se realizaron miles de conversatorios, foros, paneles y mesas redondas, pero el país estaba dividido como siempre e incluso hubo organizaciones de padres que se opusieron al reconocimientos de los derechos de los niños porque sí, porque había que oponerse. Cansada la nación, el gobierno y los organismos nacionales e internacionales de tanto radicalismo, opto por una solución práctica: que en el menú de todos los niños y niñas del país desaparecieran las verduras, las sopas, el pescado y los jugos de zanahorias por una década hasta que a los nuevos bebes empezaran a ser socializados otra vez con estos alimentos. Desperté del sueño para caer en la pesadilla cotidiana de la realidad otra vez tamizada por la lucha de poder entre María, mi compañera de existencia, y Melissa, mi hija de toda la vida. Lo más increíble de todo ésto, es que en esa lucha de poder quien aparentemente ganaba era Melissa, porque le hacíamos creer en una victoria coyuntural, porque al final esa victoria pírrica fortalecía sus convicciones y su poder interior de infante pensante.

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