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ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

lunes, 28 de junio de 2010

LA JOVENCITA DE LOS LENTES AZULES


“A usted no le debe importar lo que yo leo, ni a mi lo que usted hace. Así estamos en paz,” le dijo la jovencita al vecino que ocupaba el otro puesto de la banca delantera del autobús.

El silencio los envolvió y casi los abruma, hasta que el vecino, un señor de aproximadamente cincuenta años, respiró con profundidad para decir casi con timidez: “No seas temeraria, María del Mar.”

Luego se extendió el silencio por el autobús, que desarmonizaba con el ruido del automotor. La expresión “A usted no le debe importar…” deja una puerta abierta para uno imaginar que el señor era alguien con mucha ascendencia sobre la niña y que el pacto que ella le proponía sobrepasaba los límites de la obediencia. Porque también podría ser: “A usted no le importa lo que yo hago.” Pero la joven no quería llegar hasta allá, supone uno desde el papel de espectador del cine mudo.

A veces mientras uno viaja de una ciudad a otra, le toca escuchar cosas que a uno nunca le gustaría escuchar de viva voz de los protagonistas; sin embargo, a veces, digo, es inevitable escuchar y hasta benéfico para el alma. Uno aprende de los otros lo que la universidad no tiene tiempo de enseñar, o no quiere enseñar. Debería inventarse una práctica universitaria ambulante para estudiar el comportamiento de los ciudadanos mientras viajan en autos colectivos, llámense autobuses o taxis. Más aún, una para los autobuses y otras para los taxis porque en estos últimos la gente respira mayor intimidad, se explaya mejor con los contertulios en contar anécdotas y comunicar sus sentimientos, y hasta en muchas ocasiones, contar sus misterios.

- “Te crees con la madurez suficiente para decidir sobre la materia,” le dijo el señor a la joven. Otro silencio largo.
- ¿Crees, padre, que no soy madura?
- No, no lo creo, y no lo digo por tu corta edad, ¡eh!, lo digo porque no haz logrado sopesar con la razón tus responsabilidades académicas y personales. Dos cosas absolutamente diferentes.
- Los libros son pura basura, padre.
- Y la existencia, ¿Qué es? Preguntó entonces, el tipo juguetón.
- Una plasta, y la jovencita se le arrojo al cuerpo del padre muerta de la risa.

El autobús continuó su marcha, indiferente al juego serio de algunos pasajeros y al asombro de otros. No supe que pensar, tal vez la existencia sea ese juego de amenazas discretas y definiciones extremas, pero en esta diversión los apuntes del que escribe son los testimonios de que la existencia no es una formula milagrosa para nadie, quizás si la asumimos como una experiencia compleja, dura y blanda a la vez, negra y blanca, seria y humorística, nos sea dada la sabiduría de comprender el infinito misterio de todo ser humano.

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