BIENVENIDOS

ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

sábado, 2 de octubre de 2010

INGRID BETANCOURT


Hay acontecimientos y personajes, que por una o por otra razón, terminan obligándonos a hacer públicas nuestras pudriciones. Entonces, uno por simple intuición termina creyendo, como en el caso de Ingrid Betancourt, o de Piedad Cordoba, que este país ya está en la práctica podrido o se está pudriendo en el fuego lento de las antipatías y los resentimientos. Es inolvidable y sintomático del pedazo de historia vivida, la calentura y la irracionalidad de los odios, porque quizá no nos hemos percatado de la enfermedad de la indolencia, que se vomita en los foros virtuales y en la radio, todos los días y desde hace demasiado tiempo.

Y me pregunto ¿por qué?

Ingrid la congresista, o la candidata a la presidencia o Ingrid, la mujer secuestrada son inseparables; sin embargo, el secuestro no tiene roles, porque la secuestrada es una víctima desamparada, impotente, objeto instrumentalizado de otros intereses poderosos, que la usan para alcanzar objetivos militares, económicos o políticos, como sigue siendo en el caso específico de la Farc, o en su tiempo, de Pablo Escobar; secuestros, algunos, bien documentados en “Noticia de un secuestro”, de la pluma de Gabriel García M.

No sé por qué se nos olvida que Ingrid, como todos nosotros, es un ser humano, con debilidades y frustraciones, amores inmortales, odios y resentimientos desparramados en un metro al cuadrado, alguien que fue capaz, antes del secuestro, de soñar para transformar este país como todos nosotros lo deseamos. Claro, con su personalidad tórrida reconocida. Pero el secuestro, y no la estoy defendiendo, con sus minúsculos detalles, humillaciones y miserias, le imprime a la existencia humana, otro tipo de experiencia, que termina fracturando el ser humano. Creo que aquí es donde debemos detenernos los colombianos para poder comprender la tragedia del secuestrado y la tragedia del país.

Hay una literatura especial para entender la humanidad del que vive la experiencia del secuestro, pero también para valorarnos a nosotros mismos frente al desastre del mundo; libros como el que cito de García Márquez; o el de Viktor Frankl: “El hombre en busca de sentido”; o el del premio nobel Imre Kertész, “Dossier K;” o “No hay silencio que no termine,” de la misma Ingrid Betancourt.

Desde los tiempos terribles de Pablo Escobar, quizá antes, hasta la era abominable del secuestro de la farc y el ramillete de masacres del paramilitarismo, el alma del colombiano se ha alterado salvajemente, tanto que aquello que escribió Gabriel García Márquez en Noticias de un secuestro (“Pero nada era simple en esos días… ni era fácil educar niños y enseñarles la diferencia entre el bien y el mal.”) persiste como un diagnóstico inacabado y sin los remedios para su cura. Toda esta explosión volcánica de la maldad humana, es la que tal vez no nos ha permitido distinguir entre los ríos del dolor y el mar de los odios, hundiéndonos cada día que pasa en relaciones enfermizas y consideraciones del otro como enemigo del mundo, sin deternos a pensar que Ingrid no es enemiga de nadie en particular; es simplemente alguien que necesita estar del otro lado de la mesa (su libro) para poder conversar con nosotros sobre la tragedia del secuestro y el dolor de Colombia. Nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario