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ME LLAMO PEDRO CONRADO CUDRIZ y Mis complacencias por la gratuidad del gesto que te permite acceder a mi blog. Bienvenido a mi mundo espiritual y a esta suerte de salvamento existencial, que es una extensión de mi alma vertida en libros, Cd, y opiniones periodísticas semanales.

sábado, 22 de enero de 2011

De la catedral de Pablo Escobar a la base militar de Tolemaida



La realidad colombiana es tan tozuda que se repite algunas veces en forma de drama y otras en forma humorística; en ambos casos, lo dramático sirve de cortina al dolor, a la injusticia, al juego sucio, a la indignación, a la burla y a la violación de la ley.

Los actores pueden provenir de los bajos fondos del mundo o de los sagrados puntos de la institucionalidad colombiana, o pueden confundirse en la camaleónica vida de este país para vestirse un día en la vida pública de gobernantes pulcros y otro día en la oscuridad de las trampas anti-sistema y salir a confundirse con las manos y las armas de los asesinos. Total, es una vida concupiscente, enmascarada y cínica que ha terminado rompiendo los diques de la apariencia de la ley y la justicia, porque hacen lo que les da la real gana y se oponen a todo órgano que les haga oposición a su voluntad y voluntarismo totalitario.

Lo que acaba de ocurrir en la base miliar de Tolemaida, Tolima, donde estaba recluido un militar de alto rango, acusado por el intento de asesinato en la persona del excongresita Wilson Borja, nos recuerda los sucesos abominables, imborrables, inaceptables de la catedral de Pablo Escobar. Whisky, prostitutas, licencia para escapar, etc. Lo mismo de lo mismo. El mundo al revés, los ejemplos del establecimiento “en contravía” y multiplicados sistemáticamente, que alcanzan para realizar la contra revolución del silencio, la que anhela la derecha y la izquierda, la primera para reinar en medio del caos y la segunda para justificar la revolución perdida.

¿Qué hay de común entre un militar y la figura perdida de Pablo Escobar? La pregunta es pertinente por lo que acaba de ocurrir en la base militar de Tolemaida, porque es inconcebible institucionalmente y sin embargo, ocurrió en las barbas de todas las jerarquías de la base militar del Tolima. La violencia, su largura en el tiempo, ha terminado pudriendo el alma del hombre colombiano, y los primeros prisioneros del caos ético son los que conviven a diario y directamente en los campos de la guerra; sin embargo, es inexcusable el asesinato por ser contrario a las normas del respeto de la convivencia humana dentro y fuera del ejército.

Que después de casi dos décadas se repita un hecho o fenómeno como el de la catedral de Pablo Escobar, y al interior de una guarnición militar, simplemente quiere decir que en la memoria del hombre colombiano, la maldad como hecho social, se grabó con tal fuerza que gravita inconsciente en su vida cotidiana. El ejemplo de lo prohibido proviene de arriba, de las esferas del poder y esa hechura de la maldad se explaya sin ética y sin moralidad, que los más débiles, que son miles y miles, violan todos los días la ley sin pasión y sin compasión. Yo lo que creo es que lo de Pablo Escobar lo podía repetir un agente civil de la sociedad, nunca un agente de una base militar. Nuestra enfermedad llegó más allá del imaginario de la base militar de Tolemaida. ¡Qué susto, qué horror!

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